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Crítica de A Haunting in Venice

Llegó mi época favorita del año y, para estrenarla, 20th Century Studios presenta A Haunting in Venice, la tercera adaptación de un libro escrito por la legendaria Agatha Christie, de la mano del director Kenneth Branagh quien también interpreta el filoso detective francés Hercule Poirot.

A Haunting in Venice es el perfecto comienzo de la temporada de Halloween con un buen armado thriller de misterio, muerte y fantasmas del pasado llegando a cobrar deudas. No necesariamente literal, sino el peso de la culpa en los hombros de sus protagonistas.

Especialmente Poirot que, en 1947, se ha retirado de investigar crímenes, dedicado a esquivar solicitudes y comer pastelería con la única compañía de su asistente. Eso cambia con una inesperada invitación de su vieja amiga Ariadne Oliver (Mi amada Tina Fey intentando y fallando un acento trasatlántico, pero yo le perdono todo): participar de una sesión espiritual en la casa de la cantante de ópera Rowena Drake (Kelly Reilly), quien desea contactar el espíritu de su hija muerta, Alicia (Rowan Robinson) con la ayuda de la célebre médium Joyce Reynolds (Michelle Yeoh). Miembros adicionales de la aventura son el doctor Leslie Ferrier (Jamie Dornan) y su hijo Leopoldo (Jude Hill), Alessandro Longo (Amir El-Masry ) y Vitale Portfoglio (Riccardo Scamarcio), entre otros.

Contrario a los primeros dos filmes, A Haunting in Venice es un asunto mucho más íntimo, tanto en espacio como desarrollo. Branagh juega con tiros de cámara cerrados, cambios de escena y edición mucho más rápida para tenernos en tensión constante, mientras que el maravilloso diseño de producción de John Paul Kelly aprovecha cada rincón, sombra y detalle produciendo una claustrofobia emocional en sus personajes y audiencia, añadiendo al juego de Branagh entre el drama, el suspenso y, aunque nunca entrando completamente, el horror.

Todo eso consigue que A Haunting in Venice sea más un cuento clásico al estilo gótico, que otra historia detectivesca de crímenes, demostrando que Branagh no se duerme en los laureles con esta franquicia, dándonos variedad. Cada película se siente distinta, mientras que su trabajo como Poirot igualmente evoluciona en cada entrega. El famoso detective no ha perdido un ápice de su habilidad deductiva, pero la tristeza de una pérdida lo ha mantenido fuera del juego y, cuando la tenebrosa atmosfera de este viejo castillo repleto empieza a afectarlo, sus ideas no son las únicas sacudiendo el polvo de cada mueble.

A Haunting in Venice es una oportunidad perfecta para que amantes del horror lleven gente que no le encanta este género, ya que nunca se lanza del todo pero coquetea lo suficiente para un entretenido rato en una sala oscura repleta de extraños. Tenebrosamente recomendada.

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