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Crítica: La revolución es televisada en The Handmaid’s Tale - QiiBO
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Crítica: La revolución es televisada en The Handmaid’s Tale

La casualidad es el sentido del humor de la vida, y aparentemente le encanta el sarcasmo, porque la primera temporada de The Handmaid’s Tale estrenó unos meses del primer término de Donald Trump, mientras su sexta y ultima temporada llega unos meses luego del segundo, justo aplicando sus políticas más extremas y conservadoras.

En los 8 episodios presentados a la prensa (de 10 en total), The Handmaid’s Tale recorre sus mejores y peores manías. Por un lado, es un espeluznante recordatorio de lo seductivo que es buscar el interés propio, sea económico o social, al nivel que una sociedad permita unos horribles niveles de control y abuso. Peor aún, cuando otros países lo permiten por sus propios intereses.

Por otro lado, seamos honestos: The Handmaid’s Tale daba para dos, tres temporadas como mucho, y hace rato se siente que este chicle se estiróֶ todo lo que se podía. No quiero quejarme de una bien hecha serie tan crucial para estos tiempos, pero tampoco ignorar lo obvio. En estos últimos episodios, la serie tropieza con los mismos problemas de repetirse constantemente, exposición excesiva y alargar artificialmente algunas tramas, incluyendo la principal.

Afortunadamente eso afecta la primera mitad de la temporada, pues la cosa arranca verdaderamente en la segunda mitad, con June (Elizabeth Moss) finalmente uniéndose a May Day, la organización clandestina luchando contra el régimen de Gilead, intentando salvar la mayor cantidad de gente posible.

Es en esa jugada de unión comunitaria que The Handmaid’s Tale enfoca su mayor punto; June por si sola no puede derrotar Gilead, necesita de sus amistades, su familia, su comunidad, pero ellos la necesitan a ella igual. Es la solidaridad la mayor arma, posiblemente la uncia capaz de darles una oportunidad contra el inmenso poder del estado.

Curiosamente, el arco de Serena Joy (Yvonne Strahovski) sigue siendo más interesante, especialmente en la recta final. Luego de huir de Gilead con su hijo, escapando de la dictadura religiosa que ella misma ayudó a instituir, Serena es nuevamente atraída por los cantos de sirena del comandante Joseph Lawrence (Bradley Whitford) para su “Nueva Belén”, la región de Gilead prometiendo ser un paraíso recibiendo los exiliados, donde las mujeres tendrán mayores derechos y oportunidades. A pesar de todo lo sufrido, Serena no puede evitar que su ego la movilice, convencida de ser una elegida de dios a arreglar el mundo. De todos los personajes de la serie, Serena Joy es la más fácil de identificar en el mundo real.

En términos de calidad, la ultima temporada mantiene el estilo y tono que conocemos desde el principio, todo el elenco trabaja a su máxima habilidad, la fotografía es impecable, reflejando los temperamentos de cada escena, igualmente la música y la edición.

Sin saber el final completo de la serie, me quedé con ganas de ver el resto, lo que es una buena señal, pero también mantengo algo de precaución. La novela de Margaret Atwood termina ambivalente, siendo un misterio si la narradora realmente sobrevivió o logró escapar de Gilead, la misma sensación con la que vivimos estos días con tanta aprensión de una administración estadounidense ignorando ordenes judiciales, atacando enemigos políticos domésticos, y convirtiendo viejos aliados en antagonistas. No pretendo que The Handmaid’s Tale termine trágicamente, pero si espero que hayan evitado la tentación de un final triunfante al estilo clásico. Sin no lo han hecho desde el principio, no tienen porque hacerlo cuando todo se siente incómodamente familiar. Inmensamente recomendada.

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