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Crítica de Napoleon

Si algo somos buenos los seres humanos es admirar gente basura, simplemente por ser buenos en alguna particular característica, relevante al tiempo en que viven. Sobran los ejemplos y de todos modos hablaremos de uno de los más conocidos: Napoleón Bonaparte. El general/Rey/Emperador, que esta semana regresa a la pantalla grande en Napoleón, una épica entrega del director Ridley Scott, con la que Apple intentará volver a ganar premios, antes de su llegada a Apple TV Plus.

Napoleón es un magnifico ejemplo de como contar una historia sobre logros, derrotas y deficiencias de una figura sin glorificarla; un fascinante estudio de personalidad que habla tanto de este, como de las circunstancias que permiten su ascenso. Scott combina escenas de batalla en campo abierto con batallas emocionales entre sus personajes, sea sentimentales o políticas, Napoleón es una cruda, fría demostración de que la capacidad de llegar al poder no iguala la de ser un buen humano.

Para nada es una clase de historia, pues bastantes libertades se toman, así que no la veas para aprender sobre hechos reales. Scott está más interesado en presentar el hombre detrás del mito, con la ayuda de un exquisito trabajo actoral de Joaquin Phoenix.

Comenzando al final de la revolución francesa, Napoleón Bonaparte (Phoenix) se convierte en héroe de Francia luego de una gran victoria militar que lo eleva rápidamente en rango y poder. Pero más que las guerras Napoleónicas, la columna vertebral de esta épica es la horrible relación entre Bonaparte y Josefina de Beauharnais (Vanessa Kirby), la viuda que conquista la atención del general, quien termina completamente obsesionado con la también madre de dos. Scott presenta el ascenso y caída de Napoleón en paralelo con los altos y bajos de la toxica pareja, dejando claro que en ambos aspectos, Bonaparte resulta ser su peor enemigo.

El tipo era increíblemente inseguro, convirtiendo su depresión y baja auto-estima en problema de todos.

A través de dos horas y media, Napoleón es una saga de malas, peores decisiones en busca del poder y admiración, anhelando la validación que no recibía como persona de sus pares. Dice un refrán que cuando la única herramienta que tienes es un martillo, todos los problemas son clavos. Para Napoleón, su habilidad en la guerra era la solución a todos sus conflictos, fuera en campo militar o en su casa o su círculo político.

Phoenix interpreta al general con una constante única expresión, un hoyo negro de carisma, sin ninguna gana de mostrarlo en simpatía alguna, en una valiente, respetable proeza de restricción, afirmando la intención de Scott.

En manos menos diestras Napoleon hubiera sido otra biografía más del montón. Con Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby y Ridley Scott, es un severo recordatorio de la manía humana de considerar superiores a aquellos con habilidades convenientes en ciertos momentos, eventualmente pagando las consecuencias de poca visión a largo plazo. Inmensamente recomendada.

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