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Crítica de Ghostbusters: Frozen Empire

Verdaderamente quería que Ghostbusters: Frozen Empire me gustara tanto como Afterlife, pero eso no es lo que vine a decir. Las películas originales de Ghostbusters fueron tan parte de mi niñez, que es una de esas propiedades que le tengo un cariño especial. Mientras Afterlife fue una emocional historia de legado, familia y reencuentro con el pasado mirando al futuro, Frozen Empire es un enredo de trama sobre-complicada, personajes sin rumbo, y desarrollo incoherente.

Afterlife fue un amoroso tributo a la franquicia, Frozen Empire es un artificial producto de mercadeo. Por otro lado, me reí bastante y tiene algunos momentos emocionantes para los amantes de este mundo, quizás suficientes para, contrario a mí, ignorar sus muchos defectos.

Un ejemplo de lo que digo: Afterlife tuvo la buena idea de sacar la historia de la ciudad, llevándonos a una localización lejana y rural, con un misterio para resolver, que se sintió personal, con figuras bien establecidas. Aun la explosión de nostalgia sirvió un propósito dentro de la narrativa, aparte de vender taquillas, sintiéndose natural.

Nada de eso ocurre en Frozen Empire, donde casi todos los actores y sus personajes se notan empujados a como de lugar para evitar la queja de audiencia de “¿Por qué no salió tal persona?”, con la excepción de Phoebe Spengler (Mckenna Grace), y si acaso Ray Stantz (Dan Aykroyd), los únicos dos personajes que realmente hicieron algo más allá de leer un guion y cobrar un cheque.

Ahora trabajando como Caza-Fantasmas a tiempo completo en Nueva York, la familia Spengler, incluyendo a Gary (Paul Rudd), enfrenta el mismo conflicto de siempre entre su propósito y el alcalde Walter Peck (William Atherton), quien todavía odia el equipo. Luego de una misión donde destrozaron todo en su camino, Phoebe es sacada de misiones activas. Esto mientras una misteriosa bola de latón llega a manos del equipo de ingenieros trabajando para Winston (Ernie Hudson), quienes accidentalmente liberan un antiguo dios fantasma con la intención de destruir el mundo en un apocalipsis de hielo.

El resto de la trama es rellenada con rebuscados giros, excesiva exposición y drama innecesario entre personajes, sintiéndose mas como forma de llenar tiempo que contar una historia real.

Ghostbusters: Frozen Empire no es una completa perdida de tiempo, y sospecho que la mayoría de la audiencia, especialmente fans constantes, la disfrutarán mucho mas que yo, pues tiene uno que otra secuencia recordándonos porque Ghostbusters significa tanto para muchos. Aquí me quedo esperando el próximo intento.

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