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Crítica de Death on the Nile

Hay muchas leyendas urbanas de producciones malditas, mayormente producto de mala suerte combinada con viejas supersticiones pero, si fuera escoger una, sería tan fácil como Death on the Nile, la segunda entrega en la nueva serie de adaptaciones de la gran autora Agatha Christie. Aparte de los atrasos debido a la pandemia, cualquiera diría que el elenco hizo un pacto para ver quien le hacia la vida más difícil al equipo de mercadeo. El ganador claro fue Armie Hammer con las horripilantes alegaciones de violencia sexual, pero entre Gal Gadot lanzando comentarios incomodos sobre el conflicto Israel/Palestina, y Leticia Wright revelando ser anti-vacunas, la competencia fue sólida.

Habiendo sacado eso del medio, Death of the Nile es una placentera experiencia fílmica. Es una película “vieja escuela”, un excelente drama tomándose su tiempo, sin prisa. Como buen crucero de aventura, permitiéndonos disfrutar el paisaje para entonces lanzarnos a las corrientes rápidas, en un divertido misterio de “¿quién lo hizo?” que me tuvo pegado a cada detalle de dialogo, escena, trasfondo, gozando el proceso de identificar las pistas aquí y allá, hasta la revelación final.

Kenneth Branagh regresa como director, productor y protagonista, interpretando el detective francés Hercule Poirot, dueño de una aguda intuición, y el bigote más glorioso en la historia del cine. Pero no contento con adaptar la obra de Christie, el guion de Michael Green le da la oportunidad de darle una especie de origen a Poirot, llevándonos primero a la primera guerra mundial, donde la casi súper humana habilidad deductiva del detective consigue una imposible victoria para su tropa, a costa de una terrible herida en su cara. Es durante esa recuperación que conocemos el motivo de la eterna melancolía de Poirot debido a la amada que perdió.

En el presente, 1937, Poirot es invitado a la boda de la hermosa heredera Linnet Ridgewey Doyle (Gal Gadot) con Simon Doyler (Hammer), a quien conoció seis meses atrás…cuando era prometido de Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey), gran amiga de Linnet (bueno, no tanto, obviamente). La celebración será en un lujoso barco navegando por el Nilo, junto a varias otras figuras: La madrina de Lynette, Marie Van Schuyler (Jennifer Saunders) y su compañera de viaje, la Sra. Bowers (Dawn French), su asistente Louise Bourget (Rose Leslie), el ex novio de Linnet, Linus Windlesham (un irreconocible Russell Brand) su primo, el contable Andrew Katchadourian ( Ali Fazal), y también la amiga de escuela de Linnet, Rosalie (Letitia Wright) con su tía, la cantante de jazz Salome Otterbourne (Sophie Okonedo), y finalmente Bouc (Tom Bateman) gran amigo de Poirot, y su madre Euphemia (Annette Bening).

La primera mitad de Death on the Nile corre a un ritmo pausado, pues Branagh quiere que la audiencia conozca bien las distintas intrigas, personalidades y relaciones entre todos los pasajeros. Una vez se comete el primer crimen, la acción acelera pues aparentemente todo el mundo tiene una razón para asesinar la víctima, añadiéndole dificultad al misterio. Eso aparte de algunas sub-tramas entrelazando personajes que a primera vista no parecían tener nada en común, mientras Branagh profundiza en la personalidad del talentosos detective.

Death on the Nile es el tipo de filme que ya casi no se hace para pantalla grande, más preocupado por desarrollar su historia y personajes, que secuencias excesivas de acción, permitiéndole respirar a los actores y la audiencia, así disfrutando mejor de una buena trama con excelentes actuaciones y dirección. El mejor trabajo de Branagh en años (si, incluyendo Belfast), inmensamente recomendada.

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