Cuando Xavier era pequeño su padre lo maltrataba. Lo golpeaba. Le recriminaba que fuera un debilucho y que llorara demasiado.Su madre no lo defendía a él, ni a sus catorce hermanos y hermanas, de los golpes constantes del padre alcohólico y adicto a drogas. Todos vivían en un apartamento de dos habitaciones. Era flaco porque pasaba hambre. Se alimentaba del desayuno y el almuerzo que daban en la escuela. Sus maestros creen que esa era su única comida del día. Pero no solo le falló el hogar sino la escuela. En la escuela elemental Don Ramón Morales Peña de Bayamón los maestros, y todo el sistema de educación, le fallaron. Tanto así que Xavier cursó tres veces el primer grado, dos veces el segundo y tres veces más el tercero. Cuando entró a tercer grado sus compañeros tenían ocho años, y él ya tenía once. Tres años después él tenía trece, en el mismo grado y con nuevos compañeritos de ocho años. Solo me puedo imaginar cuán fuera de sitio se sentía. Cuán humillado y marcado por un sistema que lo exhibía ante sus pares como un fracaso, incapaz de pasar las materias elementales de un tercer grado.
Esto es una violación a los derechos civiles más elementales de un ser humano. Porque quien fracasó en la escuela no fue Xavier sino el Departamento de Educación, desde las oficinas centrales en Hato Rey hasta la escuela elemental de Bayamón.Era obvio que el niño no iba a aprender con el sistema educativo establecido. Era obvio que había que buscarle alternativas de educación especial.Esto dijo una de sus maestras:
“De Xavier recuerdo que era un niño que en segundo grado tenía 10 añitos. Era un niño tranquilo, poco expresivo, de mirada triste. Tenía problemas para la lectura… Tenía interés en aprender, pero al no saber leer, se sentía frustrado”
También era obvio que el futuro de Xavier estaba siendo tronchado por los abusos de su padre alcohólico y el sistema de educación pública de Puerto Rico. Era la tormenta perfecta.
Si Xavier no aprendía los conceptos más elementales de la educación no era su culpa. Mi teoría pedagógica es que todos los seres humanos son educables. Esa capacidad de aprendizaje nos diferencia del resto de los organismos del planeta. Somos pésimos con el sentido auditivo, nuestra agudeza visual y el olfato. Un perro, un halcón y un ratón nos comen los dulces en cuanto a los sentidos se trata, respectivamente. Pero donde brillamos sobre el resto de la naturaleza, lo que nos hace verdaderamente excepcionales, es nuestra capacidad cognitiva, y con ella nuestra capacidad de comunicarnos a través del lenguaje. Tan es así que nos autodenominamos, y con mucha razón, seres inteligentes: Homo sapiens.
Cuando escucho a colegas decir que sus estudiantes no aprenden o se aburren en clase, escucho una confesión de su propia incapacidad pedagógica. “Todos pueden cocinar”, era la frase de Gusteau en la película Ratatouille. Bien, pues todos pueden aprender. De hecho, a sus 15 años Xavier pasó a un centro educativo donde brilló por su interés e inteligencia. Sus maestros dicen que era creativo, un artista que hizo un tallado de Jesús hermoso. Pero el daño estaba hecho. Xavier ya no era un niño débil y flaco. Era un hombrecito que sabía defenderse y con muchas deudas que cobrar. Usó sus habilidades, su inteligencia, para conseguir a través del crimen lo que el sistema no le proveyó a través de la educación. Se convirtió en empresario; montó un punto de drogas.
El 21 de junio de 2010 Xavier Jiménez Benceví mató de varios tiros a Delia Sánchez Sánchez, una informante del gobierno. Eso alega el gobierno federal. La evidencia es contundente. Hay un vídeo del asesinato. Y los federales quieren condenar a Xavier a la pena de muerte.
Las dificultades que pasó Xavier en su hogar o en la escuela no justifican el asesinato. Por supuesto que no. Lo hizo mal y tiene que pagar las consecuencias. Pero la condena no puede ser la muerte. Porque si condenan a muerte a Xavier entonces yo exijo la pena de muerte para el Departamento de Educación de Puerto Rico, que también tiene las manos manchadas por su crasa incompetencia en proveerle un ambiente alterno a Xavier donde pudiera canalizar sus virtudes, en lugar de alimentar sus defectos humanos. Ni siquiera se trata de que nuestra Constitución prohíbe la pena de muerte. Ese documento tiene poca o ninguna validez en una colonia. Se trata del derecho fundamental de un ser humano a que se le provean las oportunidades a través de las cuales, en igualdad de condiciones, pueda decidir entre el bien y el mal. Si las puertas del bien están cerradas, solo le dejan una puerta a nuestros jóvenes.
Por: Edwin Vázquez de Jesús. Publicado originalmente en: A Ciencia Cierta
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Nota aclaratoria: El 7 de mayo de 2013 un jurado, por decisión unánime, libró a Xavier Jiménez de la pena de muerte.
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