Estamos a horas de finalizar el 2011. Un año lleno de muchas cosas. Buenas, malas, positivas y negativas. ¿Con qué nos tenemos que quedar este año?
Puerto Rico atravesó, digamos, los 12 meses mas tumultuosos en la historia reciente. Desde el Bentley del Chuchin, hasta Andrea de Castro Font, y las fotos de Arango, fueron 365 días llenos de mucha emoción.
Con un tubo de gas asomándose en el horizonte, que amenazaba con partir la Isla en dos, el País nunca entendió a ciencia cierta si en realidad se vería la luz al final del túnel. Fueron millones los que gastó el Gobierno para venderle la idea a la gente y cada vez que se hacía un sondeo el repudio seguía subiendo. Esto a pesar del titingó que tuvo la Autoridad de Energía Eléctrica y el sube y baja del costo de la luz. A su vez la oposición política nunca supo como capitalizar esto. Claro, la pregunta que siempre rondaba sobre la mesa era, como el PPD podía oponerse a algo que ellos querían hacer en el pasado. Esa siempre será una de las incógnitas.
El año de las reformas que nadie entendió. De más dinero en tu bolsillo, pero del asalto al final. Del IVULoto y los premios que nadie conoce. De los juegos de azar y el frenesí por gastar en publicidad. De los secretos y darse cuenta que los políticos son humanos. De las contradicciones. De la opresión, de la invención. De Millo y sus secuaces, de los mil asesinatos. De la demagogia de parte y parte. De los nuevos partidos, de las ideas sin pie ni cabeza. Del teleférico y las lanchas de Vieques. De las turbas politiqueras baratas. De las elites en control de los partidos mayoritarios mientras los pobres aplauden como focas las limosnas que les dan.
Fue el año del baile en el tubo y los 15 minutos de fama. Todo el mundo quería un pedazo del bizcocho. Desde el que vende pines y camisetas hasta los que se enredaron en televisión nacional porque alegadamente era la corteja de otro. A su vez fue el año de los derechos civiles por colores. Si eres del mío te protejo, sino eres comunista.
Las contradicciones estuvieron a flor de piel. Por un lado no se sabía quien era quien, la falta de solidaridad entre políticos fue más evidente aún. De jugar a ser periodista, de conocer el poder de las redes sociales. Del absurdo juego mediático y de trabajar por el “raiting”. De las investigaciones que salpicaron a cientos. De los nuevos medios que obligaron arrodillarse a los otros.
Fue el año del silencio y de la espera. De un candidato rojo que llegó con aires de héroe y aun no tiene la capa puesta. Del positivismo a través de una canción, pero que fue opacado por la crisis laboral y de violencia que arropó al País. De querer obviar nuestra realidad colonial y política, pero de hacer y gastar dinero en un plebiscito que no resolverá nada. Del resurgir de esqueletos políticos viejos a recibir la visita del primer presidente negro que se comportó como un guaynabito, sonriendo, conquistando y recogiendo. Se fue con miles de dólares en el bolsillo y nos dejó con un discurso tonto adaptado a Puerto Rico como un Mad-Lib.
Fue el año de buscar válvulas de escape. El País se volcó a idolatrar a deportistas como Miguel Cotto, Javier Culson, Kiria Tapia y José Juan Barea, y encontró una excusa más para evitar enfrentar nuestro desmadre en la saga twittera de Zuleika y Barea, la pareja del momento. Fue el año del absurdo. Del fenómeno mediático de Andrea de Castro Font y sus estupideces a Maripily y su divorcio de Alomar. De vacilarnos a Raffy Lind hasta convertirlo en una mega estrella. Del resurgir de nueva voces en la sátira política y comedia, en las manos de Alexis Zárraga [Macetaminofen] hasta las contradicciones de la fama en La Cabeza de Christian. De la caída de estrellas y del mensaje inequívoco que ya es hora de cambiar. De nuevos personajes mediáticos con los estilos del pasado. De un retroceso en la evolución natural de una sociedad, a través de mensajes de odio e intolerancia. Del comienzo del fin del reguetón, del renacer cultural de nuestra música caribeña. De apoyar las expresiones artísticas genuinas hasta apoyar de manera masiva el tributo al maestro Tite Curet Alonso.
Hasta aquí. Pensaríamos en botar el año al zafacón. Borrón y cuenta nueva.
Sin embargo, fue el año de la esperanza, de darnos cuenta que no todo está perdido. Sí, no hablo de la esperanza del Banco Popular ni menos de la campaña de Alejandro García Padilla. No, la esperanza de que hay un pueblo que está comenzando a despertar. Aunque no coincidamos con lo que defendieran o como lo hicieran, como diría el Boricuazo, debemos llenarnos de orgullo e hincharnos el corazón con los cientos de personas que tomaron las calles y protestaron por lo que querían. Hay que quitarse el sombrero ante los miles de ciudadanos voluntarios que contra viento y marea se tiraron a la calle a ayudar a los desamparados. A proveer servicios, a levantar su voz, a escribir blogs a “twittear” sus ‘rants’. El 2011 se acaba, pero quedará en el recuerdo como el año que Puerto Rico comenzó a despertar. La juventud de este País ha enviado un mensaje inequívoco. No estamos perdidos.
Queda mucho por hacer, pero poco a poco paso a paso. Nos tomará tiempo, pero ya empezamos.
crédiitos: Fotos | nicoperrony | milly/n photos
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