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Cuentas iguales

Escrito por: Cristel M. Jusino Díaz para QiiBO

Se dice que una mañana de febrero de 1976, Mario Vargas Llosa le dio un puñetazo a Gabriel García Márquez que dejó a este último noqueado en la alfombra. Las razones que causaron el altercado varían dependiendo de quien hace el cuento. Eran ambos los máximos representantes del llamado “boom, ante la mirada internacional eran las obras de estos dos autores las que definían (y que por buen tiempo definirían) lo que se consideraba literatura latinoamericana. Vargas Llosa dio el primer golpe, pero 6 años más tarde el Gabo le daría uno de vuelta, y este mucho más contundente. En 1982 se le hace entrega del premio Nobel de literatura a García Márquez por su novela “Cien años de soledad”. Vargas Llosa tuvo que esperar 28 años más para también poder añadir “Premio Nobel” en la portada de sus libros, pero finalmente (para muchos), en octubre volvió a empatar la pelea. El falso Gabo de Twitter no lo pudo haber dicho mejor: “Cuentas Iguales”, cita que fue reportada como cierta en varios medios de comunicación antes de que los representantes del autor colombiano aclararan que no tenía ninguna cuenta oficial en ninguna red social.

Pensé, en un principio, escribir sobre las reacciones a que Mario Vargas Llosa se llevara el premio Nobel de literatura 2010. Ha transcurrido ya un mes del suceso, el autor premiado ya ha corrido el circuito de prensa entero anunciando que “Pensaba que la academia se había olvidado de mí” para luego continuar hablando de que Nueva York era el lugar idóneo para recuperar la modestia, ya toda la alta alcurnia del mundo literario ha dicho que finalmente se ha hecho justicia (se temía que Vargas Llosa fuese otro ejemplo de ese maravilloso refrán gringo “always the bridesmaid, never the bride”) o que es una barbaridad que se le otorgue tal premio a un escritor identificado con la derecha. No quiero poner en duda la trayectoria o la habilidad de Vargas Llosa. La obra, en su momento, fue contundente. El hecho de que el hombre sea de derecha no significa que no sepa escribir bien. Al contrario. Entonces, si reconozco el valor de la obra de Vargas Llosa, si afirmo que la política no debería ser importante a la hora de decidir quien se lleva el Nobel, entonces ¿por qué me provoca molestia el premio a Vargas Llosa?

Es fácil. Demasiado fácil. La academia sueca en otras ocasiones ha rescatado a autores del olvido o nos ha presentado a algunos de los que jamás hemos oído. Muchas veces la lectura de este desconocido nos pueden llevar a descubrir textos que si no fuese porque le hicimos caso a un grupo de gente en Suecia que dizque tiene un gusto excepcional, jamás los hubiésemos leído. El Nobel no sólo canoniza, también sirve como plataforma internacional para todo aquel que gane. Sí, es cierto, los ojos están puestos ahora en la literatura latinoamericana y eso sí es causa de celebración. Pero con el Nobel a Vargas Llosa, ¿qué literatura es la que se coloca en el pedestal? La del “boom”, la que se premió por primera vez a hace 28 años. Los autores del “boom” tuvieron tanto impacto que se convirtieron, internacionalmente, en los únicos representantes de “lo latinoamericano”. Si no se escribía como el Gabo, como Vargas Llosa, como Carlos Fuentes, no se era nada. Mientras que escritores jóvenes luchaban por imponer nuevas tendencias que los distinguieran de este movimiento, en el mercado internacional triunfaban los que se asimilaban (sólo nos basta con mirar el éxito de Isabel Allende). Entonces vuelve el Nobel a tocar a nuestras puertas, curiosamente el año en que se celebran los bicentenarios de las independencias de muchos países latinoamericanos, y se lo lleva Mario Vargas Llosa. Difícil es decir que no se lo merece, pero a 28 años del premio al Gabo, a 20 años del premio a Octavio Paz, era hora de mostrar que hay una obra de una riqueza inmensa más allá de aquello escrito durante el “boom”.

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