Para mi Wes Anderson es maravilloso. A veces no es fácil para un director que tiene un estilo y estética tan definidos continuar sorprendiendo a su audiencia con historias interesantes y tan… bonitas. Bonitas en todos los aspectos, no tan solo en los encuadres perfectos, la paleta de colores y dirección de arte impecables y las grandes actuaciones. Sus historias son buenas y su libreto y representación de las cosas buenas y no tan buenas de los humanos es intensa como sucede en su más reciente historia The Grand Budapest Hotel.
The Grand Budapest Hotel transcurre en dos eras y es la historia del concierge más elegante y oportunista de la historia, Gustav M. (Ralph Fiennes), contada por su botones, Zero, a un joven escritor (Jude Law) quien viene a quedarse como huésped del una vez ostentoso hotel que ahora está reducido a uno decrépito y a punto de la ruina. Es algo medio “inception” ya que aunque estamos al principio de la película en los 60’s, al Zero (F. Murray Abraham) empezar a contar la historia inmediatamente nos transportamos al 1932, donde el mundo era mucho más estricto y elegante y a punto de caer en una guerra mundial.
Zero cuenta como Gustav M. -un hombre tan entregado a su trabajo como a las señoras millonarias que visitaban el hotel- y él emprenden una aventura luego de la muerte de una de las “amadas” visitantes del hotel. Sin duda, Ralph Fiennes se queda con toda la pantalla cada vez que está en escena con su atención al detalle y a la elegancia. Su personaje, aunque vano y superficial, demuestra un genuino interés en Zero (Tony Rivolori) y es en esa relación que vemos lo que es el lazo que une la historia y ese ostentoso pasado con un presente falto de magia.
Llena de los “quirks” habituales de Anderson, The Grand Budapest Hotel se roba nuestra imaginación por las actuaciones tan maravillosas de su elenco. Lo que ya le llamo “la tropa Anderson” está aquí en todo su esplendor. Todos encuentran un espacio de alguna forma u otra en esta película que para mí es una de las mejores del director (creo que dije lo mismo de Moonrise Kingdom, pero es que son muy maravillosas). Sus actuaciones son tan estilizadas y elegantes como siempre con ese aire un poco sobredramático que encaja tan bien en el mundo de este director y que complementa a la perfección el libreto agresivo y de conversaciones rápidas y agudas característico de las obras de Anderson.
The Grand Budapest Hotel tiene una mezcla de momentos dramáticos que luego se alivianan con momentos de risa, como normalmente nos pasa cuando recordamos instancias de nuestra vida que nos han marcado. Hay algo hermoso en la melancolía y Wes Anderson lo plasmó en pantalla. Este director siempre ese balance sobrepasando la aparente superficialidad de los mundos en donde sus personajes habitan. Estrena este jueves en Fine Arts… vayan a verla.
Fanática del cine, fashion y Real Madrid. Amiga de merengues y 2 o 3 culés que se han colado. Se ríe bien duro, ha ganado múltiples galardones en Rock Band, odia hablar de ella en tercera persona y hacer biografías.
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