No hay forma de ganar con ciertos temas en la cultura popular. Uno de ellos es la violencia en filmes y televisión. Para unos es glorificarla, para otros es exponerla a la vista. The Highwaymen hace ambas cosas desde una perspectiva mayormente conservadora pero, al final termina presentándola como inevitable, siempre y cuando sirva para establecer ley y orden. O… venganza justiciera. No hay forma de ganar.
En 1967 estrenó Bonnie and Clyde, uno de los filmes símbolos de la contracultura estadounidense, tan polarizada en aquel momento como ahora. Con su opera prima, Arthur Penn le dio a la juventud de aquel momento dos nuevos ídolos representando metafórica y literalmente su resistencia contra la autoridad.
Cincuenta y dos años después, el director John Lee Hancock (The Blind Side) presenta el otro lado de la moneda con The Highwaymen, un filme que dudo muchísimo pueda alcanzar el nivel de respeto que retiene la cinta protagonizada por Faye Dunaway y Warren Beatty.
Justo durante la Gran Depresión, Bonnie Parker y Clyde Barrow atravesaban Texas y estados limítrofes con su ganga, robando bancos y matando agentes de la ley. La prensa los amaba, el público los adoraba, el gobierno los detestaba. Una de ellos fue la gobernadora Miriam “Ma” Fergurson (Kathy Bates), quien aceptٕó a regañadientes la propuesta de su subalterno Lee Simmons (John Carroll Lynch) para reactivar temporeramente a Frank Hamer (Kevin Costner), uno de los más famosos y temidos “Texas Rangers”. Hamer a su vez recluta la ayuda de Maney Gault (Woody Harrelson) para la cacería más importante de sus respectivas carreras.
Este es el tipo de película que hubiera estado cómoda durante los 80’s, perfecta para ser recomendada por un Presidente Reagan y sus seguidores, con Clint Eastwood interpretando el estoico Hamer y su rígido código de orden social. Más “western” que drama criminal, The Highwaymen pertenece a la antigua cepa de películas donde el silencioso héroe persigue los villanos, sin duda alguna cual es cual.
Es a través de los ojos de Hamer que el guion John Fusco hace su mayor expresión sobre la cultura de la glorificación a celebridades, especialmente criminales. Como sociedad estamos obsesionados con ellos. Desde los millones de descargas del podcast Serial, hasta las redes sociales inundadas con referencias a documentales sobre asesinos en serie. Con The Highwaymen, Hancock intenta ponernos de frente a esa realidad mostrando el crudo resultado de la violencia.
Desafortunadamente para Hamer y Hancok, superiores proyectos lo han hecho mejor. Uno de ellos fue Natural Born Killers (protagonizado por el mismo Harrelson), precisamente inspirado en la obsesión con Bonnie y Clyde.
Por otro lado, Hancok usa la infame pareja como los mejores monstruos del cine de horror. Nunca vemos sus rostros, siempre de lejos con pocos momentos cercanos. Es solo al final de su camino, justo antes de ser abatidos por 150 tiros, Hancok los revela: un par de jóvenes asustados enfrentando las consecuencias de sus actos (Bonnie tenía 24 años, Clyde 23).
Kevin Costner y Woody Harrelson hacen lo suyo tan bien como siempre. En la piel de Hamer, Costner deja salir la rudeza de Hamer tan fácil como su carraspera al hablar, mientras Harrelson arrastra sus pies como Gault arrastra su alma, derrotado por los recuerdos de la violencia. Una de las mejores escenas del filme lo presenta dando un monologo al estilo del Capitan Quint en JAWS, sobre la antigua misión que persigue sus pesadillas.
No es que The Highwaymen sea mala es que es… aburrida. Otros dirían “reflexiva” pero, en realidad nunca arranca por completo y los pocos momentos de tensión no son suficientes para justificar el tiempo entre ellos. Hay buenas intenciones en lo que Hancok y Fusco tratan de hacer pero, el pésimo ritmo evita su impacto. Entiendo lo que quisieron decir con este filme, el problema es para cuando lo hacen, se tomaron tanto tiempo que no me importa ni me impresiona.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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