La ganga está de vuelta, diez años después, con nuevos amigos y clases de muertos vivientes. ¿Valió la pena esperar? Claro que si aunque, fue como una reunión de clase graduanda: revivir el pasado, así sea una sola noche, no deja el mismo sabor de cuando sucedió por primera vez.
El junte es tanto frente como detrás de la pantalla. El director Ruben Fleischer, fresquecito del palo sorpresa que fue Venom, vuelve con su mordaz sentido del humor, cuadrando perfecto con el sarcasmo, cinismo, y oscuro estilo de Rhett Reese y Paul Wernick, quienes también engordaron su resumé con Deadpool y su secuela (se les une Dave Callaham).
Una década, algunas libras, y par de Premios Oscars después de Zombieland, Emma Stone, Woody Harrelson, Jesse Eisenberg y Abrigail Breslin reinterpretan la familia más disfuncional del apocalipsis zombi este lado de Atlanta. Luego de tanto tiempo en la carretera, finalmente deciden establecer un hogar fijo y, en las palabras de Tallahassee (Harrelson), “te vas en grande o mejor te vas”, por lo que su casa escogida es la Casa Blanca. En ese universo Donald Trump no llegó a ser Presidente, por lo cual los zombis detrás de ellos son los que comen cerebro literal, no metafóricamente.
Pero, ellos no son los únicos que han cambiado. Los cadáveres caminantes también se han transformado en distintos tipos de zombi como los “Homeros”, los “Ninja” y los… mejor dejo que ustedes lo descubran cuando la vean.
Al principio todo bien. Tanto el grupo como el guion aprovechan todas las ventajas de vivir en lo que es prácticamente un museo, disfrutando las comodidades del Cuarto Lincoln, y “jangueando” en la oficina Oval. Pero esta nueva vida segura resulta ser demasiado estable para gente acostumbrada a estar en movimiento, especialmente con Wichita (Stone) y Little Rock (Breslin), quienes siguen manteniendo la mentalidad de “ellas contra el mundo”. En el caso de Wichita, su relación con Columbus (Eisenberg) comienza a sentirse muy “tradicional” para su gusto, mientras Little Rock resiente no tener nadie de su edad para compartir.
Cuando ambas sorpresivamente abandonan el nuevo nido, Columbus debe lidiar con su corazón roto mientras Tallahassee empieza a considerar también regresar a la soledad donde lo conocimos. Después de todo, matar zombis de las formas más ingeniosas es lo único que le queda en el fin del mundo.
El triunfo mayor de Zombieland: Double Tap nuevamente es la excelente química entre los actores. Los viajes de la trama le dan la oportunidad a Eisenberg y a Harrelson de intercambiar disparos entre personalidades tan distintas, a pesar de que, después de 10 años, quizás no es tan confrontacional… hasta que llega Madison, uno de mis personajes favoritos del año en cualquier película y serie, interpretada genialmente por Zoey Dutch robándose todas sus escenas.
Madison es la proto-rubia estereotipo, que hubiera sido un desastre en malas manos, pero Deutch le infunde tanta simpatía y humanidad, aparte de encajar perfectamente en el humor negro del filme, que me quedé con ganas de que tuviera más tiempo en escena.
Justo cuando parece que las aguas regresan a su nivel, Wichita también regresa con una noticia: Little Rock se escapó con un pacifista llamado Berkeley (Avan Jogia), con el que se dirige a una comuna donde viven más hippies decididos a sobrevivir el apocalipsis zombi sin violencia.
¡¿Sin violencia?! Ante ese insulto, Tallahassee decide lanzarse en búsqueda de su cuasi hija, mayormente cuando descubren que una manada de súper zombis se dirigen hacia la pacifica congregación. En el camino conocen más sobrevivientes, especialmente Nevada, encarnada por la siempre excelente Rosario Dawson, quien eleva el personaje sobre lo poco que le da el guion.
Hasta el momento suena a que me encantó Zombieland: Double Tap, y tienen razón. Sin embargo, la secuela pierde algo que hizo la primera especial. Debajo del humor negro, las vísceras, sangre y los cantos de zombis volando, había una emotiva crónica humana. Zombieland era la historia de cuatro desconocidos, perdidos tanto real como emocionalmente, y rotos por dentro, en el fin de los tiempos, que encontraron en cada uno la familia que habían perdido. Double Tap ignora eso para darnos más demencia, balas y chistes meta, como si los escritores no hubieran entendido lo que hicieron bien la primera vez, y pensaran que la gente solo le interesa la acción y la comedia.
Por eso Wichita toma su extraña decisión de irse, al igual que Little Rock abandonarla por su lado. Por eso Tallahassee no reflexiona en que su comportamiento sobre-protector pudiera ser una proyección de la propia pérdida de su hijo hace tantos años, y por eso Columbus sigue actuando como si no hubiera crecido como persona más allá de sus estrictas reglas.
Así que cuanto disfrutes de Zombieland: Double Tap depende que fue lo que te gustó de la primera. Si fue la ultra violencia y chistes crueles, todo bien. Si fue la relación entre ellos y sus respectivas evoluciones como personas, quizás te ocurra como a mí: la pasé bien, me reí mucho, exclamé unas cuantas veces pero, salí algo decepcionado de que estos personajes no se sintieran igual que hace 10 años.
De todos modos, quiero más. Ojalá no tenga que esperar tanto tiempo para regresar a la divertida y alocada tierra de zombis.
PS: Hay una fantástica escena extra justo antes de los créditos y otra corta después.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
Comments are closed here.