Crítica de WILD: regresando del fondo del abismo

Qué difícil es comenzar la reseña de una película que me gustó tanto. ¿Cómo explico lo mucho que me encantó? Lo hermoso de sus simbolismos, sus paisajes bellamente expresados por la fotografía de Yves Bélanger, la combinación de delicadeza, vulnerabilidad y fuerza de Laura Dern, la sensación de paz que me dio compartir la aventura de “Cheryl Strayed” (una brillante Reese Whiterspoon). No sé, ya veré cómo lo logro.

El filme, basado en Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest Trail, el libro biográfico de su protagonista, nos lleva por el viaje de principio a fin de “Cheryl” a través del famoso paso de 1,100 millas. Aparte de las constantes novatadas, Wild nos va mostrando las distintas facetas de la vida de “Cheryl” y lo que la empujó a ese fondo del barril donde lo único que le queda es el enorme peso -literal y figurativamente- que carga en sus hombros.

Tengo que dejar algo claro de Wild, es una de esas películas que corre a su propio paso, es una historia que se cocina a fuego lento, sin prisa. Cada escena y diálogo tiene un significado e importancia. Esto no se trata de ver el viaje, el libreto de Nick Hornby nos lleva de pasajeros invisibles e íntimos junto a Cheryl mientras la vemos lidiar con sus golpes y marcas, tanto físicas como emocionales y espirituales.

Cheryl es una mujer derrotada en todo el sentido de la palabra; la muerte de su madre la envió a un viaje en descenso de drogas, sexo irresponsable y depresión. Cuando se enfrenta a las consecuencias de sus actos, Cheryl decide tomar una decisión que de por sí requiere mucho valor: dejarlo todo y tirarse la maroma de una caminata que gente con más experiencia que ella a veces no consigue lograr.

Con Wild, el director Jean-Marc Vallée de nuevo presenta la historia de un personaje que casi nunca se ve en las películas. En la excelente Dallas Buyers Club fue un paciente de HIV luchando contra el sistema y los prejuicios, mientras que con Wild nos muestra la perspectiva de una mujer que decidió dejar el mundo, incluyendo su matrimonio, atrás para encontrarse. En esta sociedad machista y patriarcal, “Cheryl” sería la villana de cualquier otra historia menos valiente.

Resse Whiterspoon se merece cuanto premio y elogio le quieran dar. No solo por la forma en que se entrega a este tremendo personaje sino por su valentía de encarnar y expresar lo defectos de “Cheryl”; quien en más de una ocasión se siente áspera, egoísta y problemática. O sea, un ser humano normal.

Sin embargo, quien se roba el show en Wild es Laura Dern como “Bobbie” una mujer que tiene todo motivo para odiar la vida pero prefiere disfrutarla a su plenitud. Al instante de conocerla, es fácil entender porque perderla dolería tanto; una persona suave, etérea y eternamente positiva aun frente a la muerte.

Lo único negativo de Wild es que quizás algunas personas no podrán lidiar con su ritmo lento, especialmente la “generación MTV” acostumbrada al estímulo constante y la gratificación instantánea. Wild no se trata de una aventura, sino un viaje físico y metafórico viendo a un ser humano escarbar del fondo figurativo a donde ha caído, mientras se va despojando de culpas, rechazos y arrepentimientos, tan bien representados en la mochila que carga y que va haciéndose más pequeña a medida que va aprendiendo de sus errores y se acepta ella misma, virtudes y defectos.

Confíen en mí, y acompañen a Reese en este fantástico viaje que es Wild. Es de esas películas que uno debe ver al menos una vez al mes y que se ha quedado conmigo muchos días después de verla. Reflexiva, incomoda y en ocasiones traviesa, Wild merece unas horas de sus vidas, extremada, y completamente recomendada.

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