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Crítica de The Equalizer 3

Si has visto una película de venganza, las has visto todas, pero no por eso dejas de verlas. O al menos yo no. Es pura fantasía, tanto como superhéroes golpeando extraterrestres, de la que no me canso. En un mundo donde la franquicia de John Wick ha subido la barra de calidad a niveles estratosféricos, los creativos necesitan buscar alguna manera de diferenciarla. En el caso de The Equalizer 3, el director Antoine Fuqua coquetea con el horror como plataforma, aprovechando la figura del gran Denzel Washington.

Si te gustaron las primeras dos, como a mí, probablemente te guste The Equalizer 3. Como a mí. Es una película de acción a lo vieja escuela; aquí no vinimos a hablar, vinimos a tirotear, romper caras, patear traseros y beber café…y se acabó el café.

Ya sea Clint Eastwood salvando el Viejo Oeste, Charles Bronson limpiando las calles de Nueva York, o Liam Neeson destrozando Europa para salvar su hija, hay un gusto intenso por este tipo de historias de tipos aparentemente comunes, ejecutando justicia por su cuenta. No tendrán grandes músculos ni súper poderes pero, si tienen una clase específica de habilidades que les permiten resolver problemas que el resto de nosotros no podría de la misma manera. Donde nosotros quedaríamos paralizados, estos tipos pasan un carro por encima.

Washington regresa –quizás por última vez- a Robert McCall, un exmilitar de inteligencia dedicando el otoño de su vida a resolver problemas de gente inocente. Su más reciente misión lo lleva al sur de Italia, donde comienza el filme con varios secuaces ya eliminados, mientras el jefe del grupo descubre la masacre en la casa principal del viñedo que usaba para tapar su tráfico de narcóticos. McCall termina despachando el cabecilla pero, los años no pasan en vano, quedando malamente lastimado.

Cuando un policía llamado Gio (Eugenio Mastrandrea) lo encuentra, decide no llevarlo al hospital sino al generoso doctor Enzo (Remo Girone), en su villa. Durante su recuperación, McCall se enamora de la placentera pequeña ciudad, donde quizás finalmente encontró la tranquilidad que jamás pensó conseguir. Lamentablemente, un grupo criminal ha decidido remover los habitantes para convertir el área en tierra de hoteles, negocios y entretenimiento para turistas.

Por un momento pensé que Fuquoa haría un comentario sobre la gentrificación pero, no hay tiempo para eso, no cuando hay tanto mafioso a quien fracturarle piernas y brazos.

Fuquoa aprovecha una de las muchas fortalezas de Washington: su habilidad para amenazar sin alzar la voz. Con su mirada mortal, y su tono de hablar casi en suspiro, McCall deja claro cuan peligroso es, demostrándolo segundos luego, doblando partes humanas en formas para las que el cuerpo no está diseñado. Si en The Equalizer 1 y 2 McCall era una maquina cuasi indestructible, aquí abraza completamente su rol de “slasher”, prácticamente un Michael Myers usando sus poderes para el bien. Incluyendo varios tiros de cámaras presentando claramente el resultado de estas acciones, a Fuquoa no le tiembla el pulso poniendo el espectador frente a frente con los destrozos de McCall.

Si The Equalizer 3 es verdaderamente el final, cerró en victoria con todo lo alto, dando lo que nos gusta cuando entramos a ver este tipo de película. Recomendada.

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