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Crítica de Mucho Mucho Amor: Un Encantador Engaño

Por más de 50 años, el fallecido Walter Mercado cogió de tontos a miles de personas alrededor del mundo, acumulando fama, influencia, poder y dinero aunque, aparentemente no tanto como uno pensaría, a pesar de su línea psíquica, de la cual asegura “buscó solamente los mejores videntes”. No sabemos cuanto dinero le robaron a incontables personas buscando ayuda con sus problemas, a los cuales tampoco les tengo mucha pena pues, cada cual es responsable de sus actos y yo también me creía esas cosas por muchos años.

Ya no creo en la astrología ni ninguna de esas pseudociencias; el movimiento de las estrellas no afecta nada de la vida diaria pero, entiendo perfectamente la atracción. Especialmente con Walter, quien creó una persona extravagante, distinguida y especial. Es casi imposible no caer en su encanto, desarrollado meticulosamente después de sus primeros años de carrera como actor, y bailarín.

¿Walter sabía que estaba engañando su público? ¿O genuinamente se creía su prédica? ¿Realmente se pensaba vidente? ¿O fue uno de los embaucadores más exitosos en la historia humana?

Esas son algunas de las fascinantes preguntas que podrían hacerse sobre esta carismática figura. Lamentablemente los directores Cristina Cosntantini y Kareem Tabsch desperdician la oportunidad en Mucho, Mucho Amor: The Legend of Walter Mercado, (Puedes verla aqui: https://www.netflix.com/title/81200204) para en su lugar construir una cariñosa mirada a quien fue parte de la vida diaria puertorriqueña, y eventualmente toda Latinoamérica.

Ellos le llaman documental a lo que más bien es un ejercicio de propaganda, pues nadie detrás de la cámara le interesa cuestionar lo que se habla en pantalla – incluyendo una historia sobre Walter siendo adorado como curandero cuando niño, después de “soplarle vida” a un pajarito.

De hecho, el dúo consiguió entrevistar a Bill Bakula, manejador por largo tiempo de Walter Mercado, pero una vez sirve para su papel de villano, quitándole por varios años su propio nombre y prácticamente acabar su carrera, es descartado para darnos más escenas de Walter siendo adorado por figura tras figura, como Jorge Ramos, Nydia Caro (quien ha envejecido unos cuatro años desde la última vez que la vi hace 30 años) y hasta las mega estrellas mundiales Eugenio Derbez, y Lin-Manuel Miranda.

Quizás el dúo directoral no tuvo opción. Quizás Walter Mercado no les hubiera abierto las puertas de su casa, y les hubiera otorgado tanto acceso a la realidad detrás de la “magia”, si sus intenciones fueran destapar la fantasía o enfrentarlo a las consecuencias de haber recibido ganancia por inventarse historias por medio siglo.

Pero esa no es la impresión que me da Mucho, Mucho Amor: The Legend of Walter Mercado. No hay un solo momento en que Constantini y Tabsch parezcan querer descubrir lo que se escondía debajo de las vistosas capas.

Habiendo dicho todo eso…los comprendo. Miles queríamos a Walter, quien se esforzó para siempre hacer sus presentaciones un inolvidable momento, fuera “prediciendo” los signos, recomendando que comer la medianoche del año viejo, o simplemente siendo Walter.

Lo que si hace esta producción es mostrarnos la versión más humana de Walter. Fue chocante ver esa gran figura en ropa normal, con achaques normales de la edad, empeorados por un accidente que lo mantenía en silla de ruedas con reducida movilidad.

Hasta que habla. Hasta que mira directamente a la cámara con esa mirada, mezcla juguetona y enigmática.

Su tono de voz se mantiene intacto, sus manos y gestos tan glamorosos, inmediatamente transportándonos a todas esas tardes junto a nuestros padres o abuelos, mandándonos a callar porque “por ahí viene Walter”, o con papel y lápiz en mano para saber que vestir recibiendo año nuevo.

También disfruté ver pietaje de antigua televisión puertorriqueña, algo que apenas vemos en medios masivos o servicios de streaming más allá de YouTube.

Luisito Vigoreaux llegó a Netflix primero que muchos.

La otra gran importancia de Walter fue ser la primera figura “Queer” que muchos vimos constantemente, convirtiéndose en un icono de la comunidad LGBTQ+, a pesar de nunca rebelar abiertamente su sexualidad (alegaba ser virgen). Eso no importó, tal como explican algunos activistas, quienes vieron en Walter la valentía de ser el mismo, diferente y especial, exigiendo respeto a su presencia.

Así que este documental les encantará. Especialmente aquellos que lo queríamos, con todo y las interrogantes que nunca se hicieron, y a estas alturas quizás ya no valga la pena preocuparse. Walter se nos fue, y lo que queda es recibir su mensaje de paz, mucha paz, y sobre todo: mucho, mucho amor.

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