La inteligencia artificial ha sido uno de esos temas que ha fascinado creativos cinemáticos por mucho tiempo. Desde la clásica Metrópolis, las japonesas Ghost in the Shell, hasta las más modernas The Matrix y la genial vuela-cabezas Ex Machina del año pasado. Las implicaciones morales, éticas, y espirituales del levantamiento de seres artificiales son suficiente para llenar libros y libros de como lo han hecho por años.
Entonces están películas como Morgan, que raspan la superficie de lo que quieren decir pero se cansan de intentarlo y lo resuelven con una pelea a puños. Luke Scott, el hijo de Ridley Scott (Alien, Gladiator, The Martian), demuestra que el talento a veces hay que hurtarlo porque no siempre se hereda.
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“Lee Weathers” (Kate Mara) es una ejecutiva experta en resolver problemas para su compañía, enviada a un lejano campamento científico luego de un incidente con “Morgan” (Anya Taylor-Joy), el más reciente experimento. “Morgan” es un ente creado en un laboratorio, que en siete años alcanzó su actual grado físico y mental actual. “Lee” tiene que determinar si el incidente fue uno aislado o si “Morgan” es un peligro que debe ser terminado.
Morgan comienza bien. “Lee” llega como una extranjera a esta familia que insiste en que la criatura no es una amenaza pues la vieron crecer y no pueden aceptar que sea el mismo monstruo que apuñaló uno de ellos, la “Dra Kathy Grieff” (Jennifer Jason Leigh), quien de hecho, insiste que fue un accidente. El guion de Seth Owen propone que la inteligencia artificial no solo podrá ser capaz de amar, sino de inspirar amor ciego e incondicional. Igual al de una madre que insiste en proteger un hijo criminal sencillamente porque es su hijo.
El problema es que para llegar a eso, se toma demasiados atajos. Es como si Owen hubiera visto Ex Machina, y pensando “esta película es muy lenta, necesita más disparos y patadas, y que la criatura mate más gente”. El resultado es una ganga de personajes que rayan en lo morón, pues no pueden ver lo que tienen de frente.
Lo que salva a Morgan es la química entre sus actores, a pesar de que están mayormente desperdiciados. Mara interpreta una versión del ejecutivo estereotipo, que mantiene el interés de la compañía sobre cualquier cosa. Taylor-Joy está muy lejos de la incómoda interpretación que dio en The Witch aunque, en los momentos que le guion le permite hacerlo, logra mostrar que en mejores manos es capaz de más. Especialmente sus escenas con Paul Giamatti. Boyd Holbrook (Narcos) interpreta a “Skip” el único miembro del campamento que desconfía de “Morgan” y es también el único que logra momentos orgánicos con Mara.
Lo mínimo que le pido a una película es que me entretenga por el tiempo que le dure, algo que Morgan logra, especialmente gracias a sus actores, quienes hacen el mejor esfuerzo posible. También tiene algunos momentos decentes de tensión, con el tercer acto convirtiéndose en un hibrido de acción y persecución; Morgan empieza preguntándonos si podemos amar la inteligencia artificial y antes de que contestemos, le cae encima a patadas.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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