Si hay algo de lo que no se pueda acusar a Martin Scorsese es ser un director “convencional”. Sus filmes siempre son una sorpresa; una saga religiosa reflexiva en el Oriente, o una frenética crónica de perversión y excesos en el mundo de Wall Street. La última pregunta que me hago antes de ver uno de sus filmes es “¿Cuál Scorsese tocará hoy? Con Killers of the Flower Moon demuestra que todavía tiene mucho que decir. Y sorprender.
Killers of the Flower Moon es una película de terror. El peor tipo. El verdadero horror humano de la ambición, la corrupción y la arrogancia del poder absoluto. Scorsese expone otro de tantos genocidios en la historia estadounidense, con una ópera dramática donde todos los elementos funcionan a máxima capacidad; Robert De Niro da su mejor interpretación en años, mientras Leonardo DiCaprio continúa grabando su nombre como uno de los mejores actores vivos ahora mismo. Sin embargo, es Lily Gladstone quien ancla la historia firmemente, con una mezcla de fuerza y vulnerabilidad.
Habiendo dicho todo eso, Killers of the Flower Moon falla a sí misma en su tercer acto con un giro que traiciona la narrativa establecida durante los primeros dos, pero quiero pensar que fue un error calculado para lidiar con el ritmo.
Una de tantas historias que no nos cuentan en la escuela, La Nación Osage fue desplazada hacia un pedazo de tierra que se consideraba inservible, hasta que descubrieron un enorme yacimiento de petróleo. El oro negro convirtió la tribu nativo americana en la nación con más riqueza per cápita del mundo por un tiempo, al punto que los miembros vestían las mejores ropas, los mejores coches, con sirvientes y conductores blancos.
DiCaprio es Ernest Burkhart, un veterano de la primera guerra mundial llegando a vivir con su tío, el magnate ganadero William Hale (De Niro), quien es considerado un amigo de los Osage pero, realmente guarda un gran resentimiento contra estos por tener una fortuna que, a su entender, le pertenece por designio divino. Esta aparente amistad le ha permitido aplicar su plan para adueñarse de los derechos a las tierras petroleras bajo los Osage, consiguiendo que hombres blancos se casen con las mujeres de la tribu para heredar estos derechos.
Con Ernest, el objetivo es Mollie (Gladstone), quien está en línea para heredar uno de los pedazos más grandes a la muerte de su madre. Pero es no es suficiente, pues Hale teme que las familias de Mollie y las otras mujeres reciban partes del pastel, por lo que comienza una campaña de asesinatos que hoy día se les conoce como “El Reinado del Terror”, donde sobre 100 miembros de la tribu murieron en circunstancias sospechosas.
Es ahí donde el horror de Killers of the Flower Moon mayormente se manifiesta. Los crímenes de Hale fueron llevados de las formas más torpes posibles, pues tanto Ernest como sus cómplices apenas cubrían sus rastros en el camino de sangre. Pero el discrimen sistemático contra los nativos americanos los hizo sentirse invulnerables al punto que la tribu tuvo que pagar grandes sumas de dinero, viajar a Washington y ejercer fuerte presión al gobierno federal para que investigaran.
Ahí el gran problema de Scorsese pues esta apatía del gobierno es apenas demostrada en el tercer acto, por el contrario presentando los agentes, liderados por Tom White (Jese Plemons), como los grandes salvadores de la tribu, dejando afuera gran parte del esfuerzo de esta por defenderse del cáncer humano creciendo dentro de su propio entorno.
Aun así, Killers of the Flower Moon se sostiene como una de las grandes obras de Scorsese, quien utiliza la duración del filme para establecer las relaciones entre personajes, con una inquietante banda sonora e impecable fotografía.
Con tres grandes actuaciones, una impactante historia basada en hechos reales, y Scorsese cocinando sus ingredientes a perfecto termino, Killers of the Flower Moon es una de las mejores películas del año, y una de esas requeridas de ver aunque sea una vez en la vida, ¡INMENSAMENTE RECOEMNDADA!
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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