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Crítica de Joker: Directo a la demencia

¿Eres una buena persona? ¿Por qué? ¿Porque así te criaron? ¿Por qué lo exige la sociedad? ¿Porque estás obligado? Y si eres mala persona, ¿quién dice que es maldad? ¿Esa misma sociedad?

“La demencia es como la gravedad, solo hace falta un pequeño empujón” – así dice el (otro) Guasón en The Dark Knight, parafraseando otra famosa frase del mismo personaje en la novela gráfica The Killing Joke: “todo lo que se necesita es un mal día para reducir un hombre cuerdo a la locura”.

Para Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), ese mal día es su vida entera.

Después de toda la “controversia”, los artículos, las discusiones en internet, llegó el momento de dejar la audiencia decidir por sí sola. Joker, la esperada película de Todd Phillips (Old School, The Hangover) estrena lo que aparentemente será el “Black Label” de las películas de superhéroes de DC Comics. Si resulta o no económicamente, ya triunfó en provocar pasiones, algo que pocos filmes del género, si alguno, ha logrado realmente.

Esta es la mía.

Joker llegó para redefinir el género. Esta es la película que le dirá a todos, “también se puede hacer esto con el cine de superhéroes” y, mi mayor esperanza, es que mejores creativos miren los personajes con nuevos ojos. El potencial es alto. Con sus fortalezas y defectos, el mayor triunfo de Phillips es su valentía. Él se atrevió a filmar esta película. Es cierto que no siempre consigue concretar lo que realmente quiere decir – si es que quiere decir algo – pero el simple hecho de intentarlo ya lo coloca entre los más destacados. Joker será motivo de muchas conversaciones en el futuro.

No vayan esperando que esto sea como Venom “en DC”, ni tampoco se traguen el cuento de que es extremadamente violenta o sangrienta. Al igual que con los universos de Tarantino, el impacto en Joker no es su violencia, sino como se reacciona a esta. Esto es un drama. Pesado. Incomodo. Difícil. Los lectores de comics conocemos muchas historias que cruzan la línea pero, rara vez alguna logra ser adaptada, y menos aún consiguen representarlas dignamente. Se necesitó una historial “original” después de todo.

Arthur es un payaso de alquiler con el sueño de ser comediante. No tiene el talento necesario para ninguna de las dos pero, su madre Penny (Frances Conroy) le ha repetido que su objetivo en la vida es “darle alegría al mundo”. Arthur padece de una condición neurológica que lo hace reír involuntariamente cuando se pone nervioso. Más allá de eso, es un tipo de esos que pone incomoda la gente a su alrededor. Todos conocemos alguien así. Esa persona en la oficina o la escuela con la mirada muerta o los comentarios extraños.

Todd Phillips no es un director ni guionista sutil, y en ocasiones peca de ser demasiado obvio. A estas alturas deben estar hartos de escuchar las influencias de Taxi Driver y The King of Comedy, ambos filmes del gran (y superior) director Martin Scorsese. Las comparaciones tienen base pero, Phillips intenta fuertemente darle su propio toque, especialmente a la hora de desarrollar el arco de Arthur.

El proceso comienza desde la presentación de Ciudad Gótica, donde la basura se acumula en las calles, una metáfora de la historia y el mismo Arthur. El temperamento de la gente empeora a medida que la diferencia entre clases sociales aumenta, mientras el multimillonario Thomas Wayne (Brett Cullen) intenta presentarse como el salvador, lanzándose como candidato a alcalde.

Y entonces está Joaquin Phoenix. En una carrera repleta de personajes perturbados, Phoenix interpreta lo que pudiera ser el peor. La transformación es absoluta; en pantalla nunca vi una pizca del iluso enamorado en Her, el imprudente creyente en The Master, ni el arrogante emperador de Gladiator. Solo vi la criatura. Si físicamente quedó en los huesos, mentalmente Phoenix se entregó a la demencia en crescendo del Guasón. El tono de voz, el caminar, la risa… Los ojos. A medida que sus crímenes aumentan, el gozo en ellos aumenta tanto como el brillo. Phillips le da todo lo que Phoenix necesita para lograrlo; cinematografía, banda sonora, ambientación. Desde que comienza hasta que acaba no hay duda quien es el centro de atención.

No hay mejor actuación este año hasta el momento que la de Phoenix, y dudo que llegue alguna otra. La única forma que no gane el Oscar es que se lo roben.

Si te preocupaba que Joker “glorificaría” el príncipe payaso del crimen, todo lo contrario. Esto es la historia de un tipo patético, no por sus problemas mentales, sino por fracasar en lidiar con ellos. Arthur se deja llevar por la corriente de sus defectos, hasta que decide convertirlos en sus fortalezas sin importar las consecuencias en él y los demás, llevándolo a aprovechar la rabia despertando en una ciudad. El Guasón es la representación de aquellos que aprovechan los instintos más bajos de la masa para llevarlos a su objetivo.

Joker reduce el villano a su versión más cruda. No una trágica historia a la que tenerle pena, sino una oscura crónica de maldad, directa desde la entrañas de una conciencia podrida. Es una película para hacerte sentir incomodo, con mal sabor en la boca y el estómago apretado. En una era donde casi todos los filmes se ven igual, suenan igual, y saben a lo mismo, pocos cineastas se atreven a hacer algo así, mucho menos estudios grandes.

Jamás imagine que algún día vería una historia como esta en una película. La espera valió la pena. Así que sonríe.

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