Finalmente ha sido aprobada por la Cámara de Representantes el Proyecto 238 del Senado de Puerto Rico que prohíbe la discriminación por orientación sexual en el trabajo. Con enmiendas, con muchas enmiendas, casi tantas que no se parece al proyecto propuesto.
He visto el debate y a los ‘representantes’. La verdad es que espero que no se sientan muy representados por ellos, porque hablando claro, hay mucho burro, mucho que no sabe hacer más que saltar a un estrado para avergonzarse a si mismo y a quien lo puso ahí. Mucho que no sabe ni hablar.
Pequeño o grande, el cambio, es un cambio, y es en pos de la igualdad entre las personas, y no en favor de grupo alguno con nombre ininteligible, que no ha hecho otra cosa que robarse el show con sus ‘activistas’ a la cabeza.
Si hay alguien que ha hecho esfuerzos para qude esta reforma no se aprobase han sido los activistas de las ‘comunidades’ LGBTT, que por cierto, como sigan añadiendo letras a la comunidad no vamos a tener sitio en toda la red para poner el nombre.
Los asuntos que tocan la sexualidad, la tradición, el guión establecido, han de ser tratados con tranquilidad, con paciencia, y si es posible negociados con nocturnidad y aprobados con alevosía. Porque lo que se quiere evitar es dos cosas: primero, una guerra como la de los Estados Unidos para abolir la esclavitud, que sin duda perderían las minorías esta vez, puesto que ahora no hay dinero en juego; y segundo, que los discriminados sean vistos como algo diferente.
El perfil bajo es especialmente esencial en países con ‘representantes’ no muy versados ni cultos, con idearios establecidos por otros, e influenciados por instituciones tradicionalistas y para países en la que lo diverso es visto como infeccioso. La transición a la igualdad ha de ser lenta y bien planeada.
Nada hay más perjudicial que una colección de arrogantes pancarteros insultando al Dios del 90% de la población. Bueno si, un Pedro Julio cualquiera con ganas de llamar la atención, haciéndose acreedor de un éxito que él ha hecho todo lo posible por evitar, con su sobreexposición, con su actitud personalista y con sus gritos de loca al final de cada votación.
Si la comunidad homosexual quiere normalizar su situación, ha de mantener a los anormales al margen.
Lo dicho, enhorabuena a los boricuas por haber aprobado hoy los mínimos derechos fundamentales laborales que cualquier persona debe tener. Han conseguido avanzar en una pequeña fase de la parte más fácil del asunto. La más difícil, convencer al ciudadano y asegurar su aplicación, todavía no se ha conseguido en ningún lugar del mundo. La batalla será larga.
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