“Tiempos peligrosos favorecen hombres peligrosos”. Apunten esa a la larga línea de sabias expresiones por Albus Dumbledore, esta vez en la piel de Jude Law dentro de la franquicia de Bestias Fantásticas y Donde encontrarlas, estrenando su tercera película, subtitulada Los Secretos de Dumbledore, la segunda familia mágica más toxica desde los Riddle, y antes que los Malfoy.
Fantastic Beasts: The Secrets of Dumbledore es divertida, política y sorpresivamente romántica, mucho mejor que la anterior. Tarda un poco en arrancar pero, una vez que lo hace, nos lleva más adentro del mágico mundo, conociendo nuevas facetas de ese universo, enriqueciendo la mitología llevándonos a nuevas localidades alrededor del planeta, usando analogías de sucesos reales, algunas más sutiles que otras. Ningún personaje nuevo es interesante aunque tampoco hace falta gracias al magnífico trabajo de su elenco principal.
Sin peluca ni maquillaje estrambótico, Mads Mikkelsen hace suyo a Gellert Grindelwald interpretando un frio pero carismático villano disfrazado de líder político, prometiendo un mejor mundo para su especie a costa de la exterminación de los muggles, a quienes desprecia con la intensidad de mil soles. En su contra está Albus Dumbledore, a quien Jude Law presenta más emocional que nunca, humanizando el querido profesor como un hombre repleto de melancolía, y arrepentimiento por malas decisiones del pasado, intentando redimir sus errores, lidiando con un corazón roto. El amor que estos disparejos hombres compartieron durante su juventud los llevó hacer un juramento de sangre que ahora les impide atacarse mutuamente, por lo que Dumbledore recluta la ayuda de un grupo improbable de magos –y un muggle- para derrotar el maquiavélico plan de Grindelwald queriendo adueñarse del liderato mágico.
Y por supuesto, Newt Scamander (Eddie Redmayne) lidera ese equipo compuesto por su hermano Theseus (Callum Turner), su asistente Bunty (Victoria Yeates), Yusuf Kama (William Nadylam) el hermano de Leta Lestranger, asesinada por Grindelwald en el filme anterior, el pastelero Jacob Kowalski (Dan Fogler), y mi personaje favorito de esta película: la profesora Eulalie “Lally” Hicks, encarnada por la encantadora Jessica Williams.
Habiendo conseguido que eliminaran los cargos en su contra, Grindelwald se postula como líder internacional de magos, compitiendo con la favorita Vicencia Santos (Maria Fernanda Candido), y Liu Tao (David Wong). Excepto que este es el mundo mágico, por lo que la elección no se decide por voto sino por cual candidato sea más puro de corazón, determinado por los “Qilin”, una especie de dinosaurio, lagartija, venado o algo así, yo no soy zoólogo.
La aventura lleva a Newt en una carrera contra los esbirros de Grindelwald, mientras Dumbledore intenta recuperar la confianza de Credence (Ezra Miller), a quien le fue anteriormente revelado ser verdaderamente Aurelious Dumbledore, o eso alega el malvado mago. Ambas trama se mezclan durante el filme, culminando en varias vistosas batallas, rivalizando algunos de los mejores momentos de toda la franquicia fílmica Potter.
The Secrets of Dumbledore es una película hecha específicamente para esa audiencia que creció leyendo los libros, viendo las películas y ahora son suficientemente maduros para temas más densos como estrategias maquiavélicas para manipular una elección, relaciones familiares complicadas, y el peligro de controlar de masas con argumentos populistas. Si tuviera una queja es que el final se siente relativamente anti-climático, dejando claro que se trata de la tercera entrega en una saga planificada de cinco, y pudieron hacer mejor trabajo con sus escenas finales en vez de dejarnos con la sensación de “no nos esforzamos mucho porque esto continuará después”. Afortunadamente, todo lo anterior a esos últimos momentos fue más que suficiente para quedarme esperando el próximo episodio. Mágicamente recomendada.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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