Valió la pena esperar. Todo lo que me gustó de Stranger Things regresa más grande, más ambicioso, más nostálgico que nunca en la tercera temporada.
Como la lista de secretos que Netflix le dio a los medios es más larga que la esperanza de un pobre (o sea, mi esperanza), esta reseña será bien general aunque, no es como que nadie quiere que le revelen cosas antes de verla, ¿cierto? Podríamos decir que ustedes quieren mantener las cosas… extrañas (soy tan cool e ingenioso).
La palabra para describir Stranger Things 3 es “cambio”. Todo está cambiando en Hawkins, Indiana, en el verano de 1985. Hay una nueva Coca-Cola, un nuevo centro comercial y todas las relaciones entre los personajes tendrán que redefinirse, quieran o no.
Los niños ya son adolescentes. El monstruo a combatir ya no se llama Demagorgon, ahora se llama pubertad. Mike (Finn Wolhard) y Eleven (Millie Bobby Brown) solo quieren pasar todo el tiempo posible besándose, lo que tiene loco a Hopper (David Harbour), mientras Max (Sadie Sink) y Lucas (Caleb McLaughlin) también son novios, y Will (Noah Schnapp) ve triste cuando nadie quiere jugar Dungeons & Dragons como antes. Ni siquiera el regreso de Dustin (Gaten Matarazzo) de su campamento de verano logra reunirlos en la mesa.
Por su lado, Joyce (mi crush eterno, Winona Ryder) finalmente tiene algo parecido a una vida normal. Pero no sería Stranger Things si no surge un peligro a punto de destruirlos a todos, y mandarlos a terapia psicológica de por vida; pronto todos tendrán que lidiar con las nuevas amenazas en distintos grupos.
El misterio lleva a Nancy (Natalia Dyer) a tomar más control de su carrera, estancada en el periódico del pueblo que bien podría llamarse “La Gaceta Machismo”, con Jonathan (Charlie Heaton) y su cámara, detrás.
Al mismo tiempo, Steve (Joe Keery), ahora uno de los favoritos de la audiencia, se conforma vendiendo helados en el centro comercial junto a Robin, nuevo personaje robándose todas sus escenas, siendo interpretada por Maya Hawke, la hija de Uma Thurman, demostrando que “el que lo hereda, no lo hurta”.
Por otro lado, los Duffers intentan hacer varios comentarios sobre el estatus de Estados Unidos en aquel momento y relacionarlo con controversias modernas pero, por restricción de spoilers, no puedo abundar. Lo sabrán rápidamente cuando lo vean.
Stranger Things 3 vuelve a funcionar como una carta de amor a la década de los ochenta. Especialmente en los veranos, cuando la juventud se movió a los centros comerciales, con su aire acondicionado, tiendas nacionales y conveniente sala de restaurantes, llevándose consigo el poder económico, afectando el pueblo, algo que igualmente hemos visto en Puerto Rico y otros lugares del mundo.
Si pensabas que los hermanos Duffer abusaban de la nostalgia con los 80’s en las anteriores temporadas, prepárate para la avalancha de neón, shorts shorts, medias hasta la rodilla y cámaras temblando a lo MTV. Algunos son tan obvios que casi esperaba uno de ellos saliendo en pantalla señalando y gritando “¿recuerdan esto?”
A mí no me importó. La pase de lo lindo viendo referencias a The Thing, The Terminator, Madonna, Cindy Lauper, Prince, Red Dawn, Invasion of the Body Snatchers, The Stepford Wives, Aliens, y mucho, mucho, mucho (¿ya dije mucho?) más.
Al fin y al cabo, lo que quiero decir es que, si te gustó la primera temporada de Stranger Things, la tercera te deberá encantar. Si no, pues dale una oportunidad pues la acción se mueve mucho más rápido y ágil, algo que se le criticó bastante en las primeras dos. También ayudó que volvieron a bajar a ocho episodios, y trataron de cortar toda la grasa posible para ir al punto.
Me encantaron todos los episodios de la tercera temporada de Stranger Things. No solamente porque se fueron más ambiciosos que nunca, sino porque nunca olvida su raíz de ser entretenimiento “popcorn”, al no tomarse demasiado en serio ni pretender que lo hagamos. Esto es para divertirse y conmigo lo logró.
¡Extrañamente recomendada!
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
Comments are closed here.