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“¡Está vivo!” “¡Sí amo!”, “¿Cómo es que se pronuncia? ¿Frankesshhhtin?” Esas son algunas de las referencias que escucharán a lo largo de Victor Frankenstein, la más reciente adaptación del clásico libro de Mary Shelley sobre el proverbial “científico loco” más famoso de la historia, y su “moderno Prometeo”.
Aunque el título le pertenece al obsesionado doctor, el protagonista es técnicamente “Igor”, interpretado por Daniel Radcliffe (ustedes saben quien es él, el Harry Potter de las películas). Personaje que, por cierto, no pertenece al libro por lo que ya se pueden imaginar que esta no es una adaptación muy fiel. La otra pista de las diferencias entre página y pantalla es el mismo Frankenstein, interpretado maniacamente por un James McAvoy (X-Men: Days of Future Past) en su mejor imitación de Nicolas Cage.
El “Igor” de esta historia es un payaso de circo acostumbrado al maltrato que, sin embargo, también es el médico pues debajo de su maquillaje y su joroba es un genio que se ha enseñado a sí mismo a través de libros de medicina que esconde. Cuando la trapecista, objeto de su amor y admiración, sufre un accidente durante un espectáculo, “Igor” la salva con la ayuda de “Frankenstein” quien queda asombrado por el talento crudo del jorobado.
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Resulta que “Victor” visitaba el circo buscando partes de animales muertos para un misterioso experimento, y decide rescatar a su nuevo amigo de su horrible vida. Le da nombre, “Igor”, hogar, acceso a más educación, y lo convierte en su asistente para demostrar que la muerte, “no tiene que ser una condición permanente”.
Con un guión de Max Landis (Chronicle), el director Paul McGuigan construye una ambientación oscura y macabra, con más de una escena no apta para estómagos débiles, empezando con la secuencia en que “Victor” cura la joroba de “Igor” y lo ayuda a caminar derecho por primera vez en su vida.
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Victor Frankenstein es el equivalente de un plato en el que te sirven un pedazo de carne con distintos sabores. La historia bordea el misterio, el horror, la parodia, el suspenso y la comedia sin nunca decidirse por una.
Sin embargo, nunca me aburrí en ningún momento con Victor Frankenstein, y aunque los dos villanos son tan profundos como una piscina para niños, el gran atractivo es ver la relación entre “Victor” e “Igor”.
McAvoy y Radcliffe tienen una química en escena tan fuerte que les perdono todos los agujeros del guión, los arbitrarios cambios de tono en la historia y el hecho de que el famoso monstruo sale solamente al final (aunque hay otro a mitad de película que causa sus propios problemas). Ellos son la principal razón por la cual disfruté de Victor Frankenstein, sin olvidar los fantástica fotografía y los vestuarios victorianos.
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McAvoy se divierte absolutamente interpretando a Victor Frankenstein con toda la intensidad que le permite el gran visionario con problemas de actitud interpersonal, mientras que Radcliffe usa su carisma para manejar un “Igor” que se debate entre la gratitud a su benefactor, y su atracción por la trapecista que salvó de morir.
Sospecho que la intención detrás de este filme era crear otra franquicia, por lo que su tercer acto se siente incompleto, aparte de completamente distinto del libro. Lo mínimo que le pido a una película es que me entretenga, y con todos sus fallos Victor Frankenstein lo hizo, mayormente gracias al simpático trabajo de sus protagonistas. Dos y medio cantos humanos de cinco.
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Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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