La política es un juego sucio, de eso no hay duda, pero creo que se deriva placer de saber que está pasando y las maquinaciones que están detrás de actos que para el público a veces son transparentes… aparentemente. Bajo la premisa de política, retribución, manipulación, poder y sexo llega House of Cards, la primera serie original de Netflix. En ella disfrutamos de un Kevin Spacey deliciosamente malo en episodios dirigidos por David Fincher, James Foley, Joel Schumacher y Carl Franklin. La serie fue adaptada de un programa de BBC.
Kevin Spacey es nuestro guía durante House of Cards, y digo nuestro guía porque una de las cosas que Francis Underwood hace constantemente es romper el “4th wall”. Francis habla con la audiencia de sus planes además de dar frases muy memorables y de cierta manera busca que aprendamos a jugar el “juego” de la política. ¿Qué le da pie a todo? Sencillo, House of Cards empieza cuando Garrett Walker gana la presidencia de los Estados Unidos, un candidato que llegó a donde está con mucha ayuda de Underwood y los favores tienen un precio. Se supone que a cambio de ayudarle a ganar la presidencia Garrett hiciera a Francis Secretario de Estado, pero esto no pasó y obvio que alguien tiene que pagarlo. Si piensan que aquel dicho de no hay furia en el infierno como una mujer despechada es cierto, imagínense el despecho que siente Underwood y todas las armas que tiene a su disposición dentro del congreso y los aliados que tiene, como su esposa Claire (Robin Wright) quien es presidenta de una fundación sin fines de lucro, y los que va consiguiendo, como Zoe Barnes (Kate Mara) quien es una reportera con mucha hambre de subir escalones en su carrera.
La razón para mi título es porque Kevin Spacey funciona como un Maquiavelo para los propósitos de la serie. Su vida política y personal (su relación con Claire es una de las más interesantes que he visto en televisión) sirven un propósito, nada pasa porque sí, siempre hay algo o alguien que conquistar. Claramente algunas situaciones son exageradas porque si no eso significaría que el país lo está corriendo una bola de gente sin intereses que no sean personales (wait!), pero lo que hace la serie buena es que son situaciones que fácilmente pueden ocurrir o están ocurriendo.
Los episodios hasta ahora tienen un buen ritmo y aunque no sean diálogos como los de Aaron Sorkin, no se estancan. La serie sabe mantener bien su misterio hasta los momentos justos en los que te hacen sentir tan engañado y usado como los demás. Creo que House of Cards está despertando un lado evil en mí.
Uno de los mejores puntos que tiene House of Cards es que te deja constantemente cuestionándote si tú no harías algo parecido en estas situaciones en las que el poder es el aliado más importante. Aunque también te deja pensando que podría pasar cuando una ‘house of cards’, en teoría, puede ser tan débil. Esta temporada ya está completa en Netflix (13 capítulos) y ya voy por el 8vo capítulo, estoy muy golosa y pronto se me acabarán los episodios hasta Dios sabe cuando… tengo un problema de adicción con Netflix y esta serie, pero no se las recomendaría si no pensara que es muy buena. En la competencia por la televisión exclusiva, este es un muy buen golpe.
P.S. Si quieren que hagamos reseñas por episodio, déjennos saber aquí en los comments o redes sociales.
Fanática del cine, fashion y Real Madrid. Amiga de merengues y 2 o 3 culés que se han colado. Se ríe bien duro, ha ganado múltiples galardones en Rock Band, odia hablar de ella en tercera persona y hacer biografías.
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