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Hace unos siete años, el comediante y ahora senador Al Franken nos enseñó que se puede amar a tu país de dos formas: como un niño de 4 años ama a su madre o como un adulto ama su pareja. Los que aman su país como un nene de cuatro añitos ama a su madre la ven perfecta, nada que haga está mal y cualquier persona que critique lo que haga mami, es mala. Por otro lado, amar como un adulto significa aceptar lo que está bien y lo que está mal para ayudar a crecer y mejorar.
Yo amo mi país pero todos los días lo veo hundirse en el mismo ciclo de culpas, recriminaciones, frases, campañas y negación. Cada cuatro años la misma historia, los otros tres el mismo arrepentimiento. Eventualmente te das cuenta que no es solo un ciclo, sino un vicio. Estamos enviciados al drama, nos envolvieron, nos dejamos engañar porque nos gusta quejarnos. Es casi un orgasmo decir “la cosa esta mala y se va a poner peor” en la fila del banco, en la sala de espera del médico, o con par de amigos y cerveza en mano. Definimos nuestras vidas por la intensidad del drama que nos afecte.
Pero, más allá de eso, honestamente pienso que las cosas no van a mejorar a corto plazo. No es negatividad, ni pesimismo, es por tres sencillas razones.
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Razón numero 1: No aceptamos que estamos tan mal. Podría sacar a pasear el cliché de que “las cosas no están tan malas porque los malls no se vacían” pero, es más que eso. Somos tercos. A nosotros nos criaron con terror de la pobreza en otros lugares. Nos decían desde pequeños que en África, Cuba y Haití, entre otros, la gente se moría de hambre en las calles porque no había comida ni techo para nadie. Por eso marchamos, hicimos campaña, caravanas, cantamos estribillos y peleamos con nuestros vecinos, amigos y hasta familia. Para apoyar esos héroes políticos que nos salvarían de ser una “república bananera”, esa categoría tan temida.
Aceptar lo verdaderamente mal que estamos sería aceptar que fracasamos. Que nos equivocamos. Seria aceptar una derrota. Y, uff!!!, como odiamos las derrotas. Eso jamás.
Razón numero dos: Los puertorriqueños no quieren que Puerto Rico mejore, lo que queremos es ganar las elecciones. Que nuestro partido gane. Que nuestro candidato sea el gobernador. Si las cosas se ponen malas, nos alegramos si somos del otro partido porque vamos a ganar las próximas elecciones. Si mejoran, nos alegramos solo si nuestro partido está en el gobierno. Primero el partido. Después el país.
Razón número tres: no necesitamos que se arregle. Yo no critico a nadie que se vaya, especialmente gente con familia que mantener y sueños que cumplir. De hecho, es uno de mis consejos principales. Sin embargo, la realidad es, en el fondo, de cada uno de nosotros, sabemos que si la cosa se pone verdaderamente mala, antes de tocar fondo está el pasaje de avión. Así que, seguimos sobreviviendo, compartiendo los memes en Facebook, Whatsapp, y Twitter pero, siempre pendiente, con el rabillo del ojo, que la maleta esté lista.
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[g1_quote author_description_format=”%link%” align=”left” size=”s” style=”solid” template=”02″ source_name=”Albert Einstein”]
Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo
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A fuerza de estribillos, comentarios en las páginas de los periódicos y quejas no arreglaremos nada. Necesitamos aceptar que las cosas no se van arreglar de milagro.
Tenemos que dejar de mirar para arriba esperando que caiga maná del cielo, eso no va a pasar. Olvidarnos del milagro de último momento y aceptar que ya es hora de mirar hacia el lado y adaptarnos a lo que tenemos disponible.
Sobre todo, tenemos que admitir finalmente lo mal que estamos y como hemos fallado.
Fallamos cuando no hicimos caso a las advertencias, cuando preferimos la “obra que se ve” sobre la responsabilidad, cuando preferimos, o mejor dicho, aceptamos como bien el “roba pero al menos hay dinero en la calle”.
Si este no es el momento de dejar de quejarse y comenzar actuar, no sé cuál será.
Podemos hacer mucho más que esto, pero para ello tenemos que estar dispuesto a amar nuestro país como adultos. Aceptando lo que hicimos y estamos haciendo mal y lo que tenemos que hacer.
Gota a gota podremos volver a llenar el vaso, haciendo cada uno su parte, desde lo más básico; recoge tu basura, obedece las leyes de tránsito, da el paso en la carretera, di buenos días, hola, gracias, cuídate, cuida a los tuyos, denuncia al que lo está haciendo mal, si eres tú, acéptalo y arréglate, lee más, escucha opiniones contrarias a las tuyas sin terminar en una pelea… etc.
El tiempo se acaba. Ya casi terminó. El fondo del abismo se ve cada vez más claro.
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Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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