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La Cag*mos con Alexa - QiiBO
La Cag*mos con Alexa - QiiBO QiiBO

La Cag*mos con Alexa

La Cagamos con Alexa hasta home. Le fallamos por completo; la dejamos sola, la burlamos, la ignoramos, la denunciamos, la matamos. Esto queda encima de todos nosotros, es una de las peores manchas en nuestra historia y por el resto de nuestras vidas cargaremos esta muerte encima.

Podrán borrar todos los comentarios pero jamás olvidarás que los escribiste. Y quizás hasta pensaste cosas peor.

Yo no compartí el post en mis redes sociales. Me pareció extraña la historia, demasiado fácil, demasiado… agresiva.

Pero tampoco lo dije. Tampoco denuncié la cacería nacional de brujas que se formó en cuestión de horas.

Me acobardé. Me dio miedo que pensarían de mí, que estaba defendiendo “un pedófilo”, a pesar de que nunca hubo ninguna prueba más allá de lo que decían los post. No compartí nada pero pude decir algo.

No hubiera cambiado nada pero al menos quizás no sentiría este asco encima contra mi mismo.

Holy shit, que clase de metida de pata fue todo el asunto. ¿Recuerdan lo que decían los estatus en Facebook? Esta gente no solamente llamó la policía, sino que antes de eso la acorralaron en un baño, ¡la secuestraron! La privaron de su libertad solamente por miedo a sus rarezas.

Y nos encantaría defendernos; todos estábamos con los nervios de punta por Fátima. En ella pensé cuando decidí no decir nada; “estamos nerviosos”, me dije que estamos sobre-compensando el miedo que esa tragedia en el hermano país sacudió los cimientos de la conciencia.

Pero no engaño a nadie. Fue cobardía. No dije nada porque “Hay que creerle a las víctimas” y es cierto pero, ¿Qué pasa cuando la persona acusada también pertenece a una minoría perseguida, abusada, odiada?

No hay respuestas fáciles, solo consecuencias.

La cagamos bien duro.

Y compartieron el post y los comentarios repletos de veneno deseando lo peor, maldiciendo la policía, buscando culpables pero más que todo odiándola. Odiándola. Que mucho odio.

Y murió sola, de noche, escuchando amenazas y gritos, probablemente sin saber porque pero al mismo tiempo sabiendo. Como dijo alguien en Facebook: “Alexa le temía a la humanidad y tenía razón”.

¡Y la grabaron! Grabaron su asesinato. Y subieron el video a redes sociales como si hubiera sido una proeza. ¿Qué clase de mente enferma hace eso? ¿Que clase de país produce gente capaz de grabarse matando alguien indefenso? ¿Ese es el Puerto Rico que somos? Que cantazo tan horrible nos acabamos de dar contra la realidad.

Por eso lo hicieron, porque sabían que no podría tirar para atrás; la buscaron precisamente porque podían hacerlo sin miedo, se vieron poderosos y con la autoridad. Y creyeron que podían engañarnos diciendo que era “para defender los niños”. No amigos, sabemos porque lo hicieron, sabemos que la mataron por trans, por rara por ser distinta. La mataron porque podían. Y lo sabemos.

Y sabemos que lo provocamos. Nosotros mismos. Fuimos todos.

Y al otro día la volvimos a insultar. Cuando la llamaron “hombre vestido de mujer, cuando nos tomó tantos días respetar quien realmente era, dejar de usar su nombre asignado, dejar de decir “su verdadero nombre”. Como si matarla en la noche sin defensa no fuera suficiente, también teníamos que humillarla en la muerte.

Y ahora no hay nada que podamos hacer. Nada.

Podremos compartir estatus, dibujos, imágenes, vigilias, demostraciones, hashtags, puedo escribir esto y no cambiará nada. No la ayudará en nada. Alexa vino a sufrir, la dejamos sola, y murió sufriendo. Y no hay forma alguna de cambiar eso.

Porque la cagamos bien duro y lo menos que Alexa se merece es que recordemos lo que hicimos siempre. Que nunca se nos olvide como metimos la pata, que nunca desaparezca la vergüenza.

Al menos podemos hacer algo con los que siguen vivos y vivas. A nuestros amigos, familiares y conocidos Trans. Tratemos de ser mejor con ellos.

No, no tratemos. Seamos mejor. Ayudemos, escuchemos. Cuando usted vaya a votar, considere las consecuencias de esa “cruz”, y si la persona a quien se la está dando trabajará para todos.

A ver si la próxima vez (y les aseguro, habrá próxima vez), no la cagemos.

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