Tenía un ex compañero de trabajo (saludos, Alberto) que se la pasaba deseando que todos los políticos de Puerto Rico se subieran el sueldo a un millón de dólares al mes. Él decía (y posiblemente sigue diciendo) que era para que los puertorriqueños se molestaran tanto con su gobierno que finalmente se tirarían a las calles a protestar.
Al tipo se le dio, más o menos… por ahí viene la Junta.
Necesitamos la Junta, a ver si se nos cae la cara de vergüenza. Oficialmente somos el tipo que se tuvo que mudar de nuevo con sus papás. No porque haya tenido un accidente, sino porque cogió cuanta tarjeta de crédito posible para tener el mejor carro, la casa de dos pisos con piscina y el “home teather”. Todo al momento, porque no quería esperar a tener el dinero.
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Y cuando llegó el momento de pagar, cogió un préstamo, y después otro, y después otro, porque no quiso decirles a sus hijos que la vida que les prometió no era posible, era una fantasía. Y en vez de explicarles las cosas como eran y ajustarse el cinturón siguió vendiendo sueños hasta que los cobradores llegaron a exigir lo que es de ellos. Sean justos o no, firmamos esos préstamos cuando votamos y no exigimos cuentas. Cuando vivimos pensando que manejar un país es dar un voto de castigo cada cuatro años.
En esta metáfora Estados Unidos no es nuestro papá, es nuestro dueño. Necesitamos la Junta para que lo entendamos de una vez. Somos una propiedad que dejó de ser conveniente hace tiempo. Ahora somos una molestia, la silla coja que dejamos en una esquina cogiendo polvo, olvidándonos de ella hasta que no hay más remedio que arreglarla para regalarla, venderla, botarla, o ver qué otra cosa hacer con ella.
Necesitamos la Junta para que sintamos la humillación de que venga otro país a decirnos que no sabemos gobernarnos. O sea, que no sabemos votar. Peor aún. No tenemos ni el poder de sufrir las consecuencias de nuestros propios errores, hasta eso nos quitaron.
Les robamos el futuro a los jóvenes. A los que aún viven aquí y los que tuvieron que irse. Cogimos prestados a los peores interéses, todo en el nombre de la gratificación instantánea.
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¿Recuerdan? Qué rico fue cuando bailamos la macarena, porque eso era más divertido que preguntarse de dónde salía el dinero. Porque esa era la era de “robaban pero había dinero en la calle”. Y cuando pusimos los otros, no quisimos escuchar la verdad, queríamos que todo siguiera igual. Y ellos hicieron lo mismos porque así es la política boricua, no es lo que tenemos que escuchar, es lo que queremos tener, y lo queremos todo ahora.
Necesitamos la Junta porque nada ha cambiado. Los veo igual que siempre, listos para votar azul/rojo, porque tampoco aceptamos que lo hicimos mal. La culpa siempre es de los otros.
Ni perdón les vamos a pedir a los jóvenes, a las próximas generaciones, a los que verdaderamente van a pagar nuestra ineptitud. Así somos.
Necesitamos que el mundo se burle de nosotros, porque tuvimos el poder de ser grandes y lo desperdiciamos en malas decisiones, en edificios grandes que pierden dinero, en trenes caros, muy caros, que van hacia ningún lado, malos préstamos para complacer votos. Sean honestos, a ustedes no les molesta leer de contratos millonarios, siempre que sean de tu partido.
Si algo bueno nos dejara esta deshonra, que sea que uno de los miembros de la Junta diga en público “¿Cómo pasó esto? ¿Ustedes no estaban pendiente? ¿Ustedes no preguntaron?” Por años muchos otros lo hicieron y siguen diciendo lo mismo pero, quizás, si lo dice uno blanquito, rubio, y con apariencia de rico (así como algunos aquí se creen que son) duela más.
Necesitamos la Junta, a ver si despertamos.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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