El debate que se ha generado en Puerto Rico en las últimas semanas no parece relativo a la legalización de la marihuana sino al grado del castigo que se ha de imponer al que cojan consumiéndola, o poseyéndola en una cantidad menor a una onza. Esto al menos, es lo que he entendido. Parece ser que la legalización no está en entredicho, y la droga seguirá siendo ilegal de facto, aunque legal de hecho, ya que las administraciones tienen un nulo control sobre el narcotráfico, el menudeo y sobre la propia policía, que corrompida es uno de los focos más grandes de distribución.
Para debatir sobre esto hay que posicionarse y mi postura es que, meter en prisión a alguien por fumarse un porro es un abuso de autoridad y una violación radical de los derechos individuales, del mismo modo que lo es la cadena perpeuta y la pena de muerte. Como si me quiero fumar cianuro. Mientras nadie tenga que correr con los costes, es simplemente un problema mío. Del mismo modo, me posiciono contra la legalización de cualquier sustancia que, sin uso práctico, pueda causar por el uso individual un daño a terceros directo o indirecto. Esto incluye la droga (que conocemos como dura), el tabaco y el alcohol.
Lo que la sociedad y el gobierno deben garantizar es que el consumo individual del producto en si, no genere daños colaterales a terceros, ya sean consumidores pasivos, contribuyentes que pagan la salud pública de los afectados por el consumo, soportan los males de la economía sumergida que producen, o simplemente, los afectados por la pérdida de control de un fumado o de un borracho que le ha dado por romper los cristales de un comercio o por pegar patadas a papeleras. Cuando ese daño a terceros se mitigue mediante la regulación, yo seré el primero que me apunte a la teoría de la legalización.
¿Por qué tengo que pagarle yo el tratamiento de un cáncer de pulmón a un tipo que se fuma dos cajetillas de tabaco al día, o el de la cirrosis a uno que bebe como un grifo? ¿Por qué tengo que soportar los daños colaterales de uno que conduce fumado o borracho? o ¿Por qué tengo que chuparme todo el humo del gilipollas de cinco filas más adelante cuando voy a ver el fútbol al campo?
Hace un tiempo algunos me criticaron con vehemencia, incluso me censuraron el artículo que escribí, no en favor de la Comay, sino en favor de la libertad de expresión del señor disfrazado de muñeca. Me alegaron que el pueblo era demasiado estúpido y manipulable para permitir que se vertieran cierto tipos de comentarios en programas televisados. Que el beneficio de la libertad de expresión no estaba hecho para el pueblo de Puerto Rico, al que poco menos llamaron manada de borregos sin sentido crítico y sin capacidad de decisión propia. Los mismos que defendían la censura por estupidez genérica, me defienden ahora la legalización ¿En qué quedamos? El pueblo es estúpido para dejarse llevar por un hombre disfrazado de muñeca hacia la homofobia, pero lo suficientemente responsable para controlar el consumo de una sustancia que durante años ha sido catalogada como dañina para la salud a medio plazo. Decídanse.
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En cuanto a la legalización hay que ir al fondo de la cuestión. Empezando por una educación regulada y llevando a cabo una regulación educada. La coherencia nos dice que si el narcotráfico está penalizado como un delito grave, no cabe que el consumo esté despenalizado, si bien ha de serlo de manera proporcional al daño cometido, es decir, dependiendo del daño que cause a un tercero. Si no causo daño alguno, mi sanción debe ser ninguna. Pero no sólo se ha de evaluar el daño directo, sino también el daño indirecto a la sociedad que se comete mediante la compra y posesión de pequeñas cantidades, por ejemplo, el blanqueo de dinero, el fomento de más narcotráfico facilitando a terceros más dañinos el acceso a la sustancia, o simplemente, el ejemplo. Se debe evaluar el daño realizado a la sociedad, siempre que el consumo sea precedido de un acto de compra a un tercero que es el gatillo que dispara la bala, y se ha de hacer de manera holística huyendo de una evaluación simplificada.
Debe haber una sanción proporcionada, y desde luego 3 años de cárcel no lo es. Otra cosa distinta, es que yo me plante mi plantita, y me la fume en mi casa. Cada uno es libre de colgarse del árbol que quiera para suicidarse, otra cosa, es que se tiren desde un quinto sobre una multitud.
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