Hace unas semanas, como manda el código de conducta del puertorriqueño, me reuní con buenos amigos a ver un combate de boxeo entre un puertorriqueño, Juanma López, y un mexicano, Orlando Salido. Es algo que llevo haciendo desde niño. Yo y todos. Y es que los deportes tienen ese elemento que aun cuando no te apasionen, en el momento que uno de los tuyos lo practica, y más importante aun, triunfa en él, despierta emociones en cualquiera.
Hasta Cotto y su ceño eternamente fruncido es nuestro pana y nuestro héroe. Exacto, nuestro héroe. Para unos puede ser lamentable el hecho de que nuestros héroes, nuestros ídolos, se dediquen a recibir golpes de hombres entrenados para golpear, y no, como sucede en otros lugares, sean líderes sociales y políticos a quienes admiremos y convirtamos en héroes.
“Parece mentira que endiosemos a estos ignorantes que lo hacen es coger galletas” he escuchado más de una vez a algún intelectual de red social despotricando contra quienes disfrutan de algo que no es más de un deporte, con reglas, en el que quien participa está obligado a respetarlas y entrenar para ser mejor que el otro. Y vamos, tienen razón. Dice mucho de un país que este tipo de persona sea su héroe. Es como si en Estados Unidos veneraran a John Wayne; o a Muhammad Ali; o en España a Paquirrí; o en Argentina a Monzón.
De todos modos. Sucedió algo ese sábado en que peleaba Juanma que más o menos cambió todo. Tras perder claramente la pelea Juanma, en un arrebato de locura y de mal perdedor, acusó al hombre que arbitró el combate de tramposo. De hecho dijo que era un adicto a las apuestas y que por eso, había detenido injustamente la pelea.
La indignación fue total. Porque estemos claros, un alto líder político, Thomas Rivera, por ejemplo, puede defender a capa y espada a personas convictas por nuestro sistema de justicia, mismo al que le confiamos nuestra seguridad y derechos; puede insultar verbal y sistemáticamente de quienes están en desacuerdo con él; puede usar sus influencias para desacreditar empresas y puede hasta llamarle “pato” a un colega dentro de nuestro histórico hemiciclo. Todo eso puede pasar y no solo NO nos indigna, sino que sobre 200 mil seres vivientes pensaron que esa persona debería seguir ostentando ese poder que lo convierte en alguien que , como Salido con Juanma, abusa de los otros, solo que este sin reglas y sin jueces [ya que es él quien pone las reglas y nombra los jueces, literalmente]. Pero un boxeador, acabado de recibir una andanada de puños, hace una acusación totalmente fuera de lugar, y es el demonio.
Como se dio gusto la gente predicando la moral mientras escribían en ropa interior sus status de Facebook. “Abochórnate Juanma”, “Vergüenza nacional”. Y puede que llevaran razón, que no se malentienda. Pero oigan, vergüenza nacional también es que tengamos un representante en un congreso el cual no puede votar. Vergüenza nacional es que nos comparen con Grecia, país sumido en la peor crisis económica del mundo. Vergüenza nacional es que disminuyamos nuestra vergüenza nacional a la conducta de un boxeador.
Entonces para para acabar con este festival de contradicciones, Juanma, como un señor, no solo pidió el perdón sutil y tácito de aquel que hace algo mal y se siente obligado a disculparse, sino que reconoció, como un señor, que metió las patas. Que la cagó. Que lo disculpen y que no lo vuelve a hacer.
¿Quién es el héroe? El ser humano que erra, lo reconoce y se disculpa, o el político que falla, no se disculpa y peor aun, usa su error para engañarnos y hacernos creer que, de hecho, no falló.
Yo no sé, pero yo prefiero tener a más Juanmas cogiendo puños y reconociendo cuando se equivoca, que políticos equivocándose y dando puños al pueblo.
Escritor y copywriter radicado en San Juan de Puerto Rico. Especialista en nada, práctico en todo. Colaborador en QiiBO y rotros medios del archipiélago. Que viva la fiesta.
17 Comments
Qué puño.
Comparto tu opinión muy justa sobre a quienes este pueblo remarcadamente desigual decide poner el título de héroe. Claro que preferiría que un médico como Dr. Osvaldo Font (posible candidato a un Nobel en Medicina) o el mismo Vargas Vidot. Que sus uñas al final del día valen más que los trajes Armani de muchos “grandes políticos” de mi país. Pero la realidad social del puertorriqueño, -entiéndase, una realidad visible en los medios, percibida como mayoría y que no corresponde a la realidad comunitaria que se vive día con día-, es una que sigue retardada en el “Baile, botella y baraja”. Un pueblo que se asume así mismo, mientras mantiene a su gran opresor necesita desperadamente poner en lugar de héroes a aquellos que pueden destruir. Esto sucede para referirse siempre al imposible “vez, nada vale un carajo, ya perdió el pendejo este”.
Tenemos gente grande pero preferimos fijarnos en los pequeños. En esos que con su actitud de “macharrán de barrio” parece poner al cobarde en cintura. Schatz se asumió como personaje y marioneta la gusto del BBB. Que debería estar preso ya por aplastarnos tanto, pues claro. Pero hay una masa que no quiere ver que su político recarsitrante se está alimentando de su sumada ignorancia.