Nota: QiiBO.com no se solidariza con los comentarios en este escrito. La opinión es solo de su autor. Esta columna es parte de nuestra sección #FueraDeLugar, un nombre que lo dice todo.
Este escrito va dedicado a todos los eufemistas y a las feminazis, que sin duda, pasarán a la posteridad no por luchar por la igualdad y contra la discriminación, sino por la cantidad de estupideces que dicen y escriben solamente para justificar su negocio, que no es otro que fomentar la desigualdad y el enfrentamiento para conseguir réditos políticos y subvenciones de progresistas baratos, además de una notoriedad que no podrían conseguir por otras vías, ya que no saben hacer otra cosa.
Empezaré por los eufemistas, esos que se piensan que son mejores personas llamando a los enanos, “personas con problemas de crecimiento”, o a los gordos, personas con “sobrepeso” o de “hueso ancho”. Estos sujetos con “pocas luces” que “mantienen relaciones sexuales con mujeres públicas afroamericanas” en vez de tirarse putas negras, y que visualizan “material para adultos”, que no porno. Me hinchais realmente los “genitales” o como diría mi abuelo, los huevos. Estos pseudo-inteléctuales de pacotilla deberían ser condenados a la “pena capital” o en su defecto, ser trasladados a “un centro penitenciario” bajo la vigilancia de un “funcionario de prisiones” hasta que “pasen a mejor vida”. La verdad es que más hubiera valido al mundo que vuestras madres hubieran practicado una “interrupción voluntaria del embarazo”.
Como reflejo del excesivo paternalismo imperante y la sobreprotección social (sírvase de ejemplo los papás que, en vez de corregirlos, aplauden a los nenes cuando juegan un partido de fútbol y lo hacen todo mal), estos individuos han creado un nuevo lenguaje condescendiente, que no es otra cosa que la salida del laberinto del hablar con propiedad ¿De verdad creéis que deformando el lenguaje vais a pulir aristas de la crudeza de la realidad? Algunos me dirán que no es lo mismo y, quizás no sea lo mismo, pero que más da, si es igual.
A estos payasos, y no lo digo como insulto, sino como profesionales encargados de hacer reír a la plebe, se les han unido en los últimos tiempos las feminazis, que pueden ser definidas como “grupos y grupas de mujeres y mujeros iletrados e iletradas que, en aras de adaptarla a sus necesidades políticas y económicas, se han antojado en cambiar en unos meses la lengua o el lenguo de 500 millones de hispanohablantes e hispanohablantas, que se ha ido depurando y creando durante siglos de evolución y pequeñas modificaciones”. Pero además, no se conforman con intentar imponer su idea, sino que tratan de primitivo, fascista y degenerado al que utiliza ese lenguaje propio que se ha ido creando durante una eternidad. En opinion de estas lumbreras y lumbreros, si presento a mi mujer a un amigo como, pues eso, como “mi mujer”, me recriminan por utilizar lenguaje posesivo y sexista, y si me resisto, pues me ponen el cartelillo de machista y están contentas. Y las peores no son ellas, los peores son los que les ríen la gracia y las apoyan para que este mundo globalizado y repleto de redes sociales politicamente correctas no pueda acusarlos de retrógrados y malosos.
Estas feministas/os de pacotilla, que confunden sexo con género, y que se han concentrado en semejante estupidez, como si no tuvieran otros derechos por los que luchar para ayudar a la mujer, pretenden no solo que las instituciones reguladoras del lenguaje lo cambien por decreto, como si fueran Tolkien, sino que las instituciones políticas señalen y estigmaticen al común de los hablantes.
Hombres y hombras del mundo y de la munda, y en especial a los dos subgeneros de neandertal mencionados acá arriba: paren esto. Están creando una sociedad de pusilánimes que va a ser peor todavía que la generación de nuestros padres. Nuestros progenitores han jodido el mundo, al menos, démosle la oportunidad a nuestros hijos de que el mundo no les joda a ellos con estas gilipolleces.
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