Esta semana el tema “controversial” fue un grupo de chicos que se sacaron fotos con carteles exigiendo igualdad de trato para los hombres. Obviamente fue un chiste, ni siquiera es un chiste nuevo pues hace tiempo existen los “Menimist” pero, de todos modos ardió Troya. Eventualmente otro grupo les contestó con fotos y carteles que tiro más leña al fuego a la discusión de “libertad de expresión versus corrección política”.
Los carteles me dieron risa porque tengo un sentido del humor oscuro (y charro) y ese tipo de tonterías me dan gracia par de segundos antes de seguir buscando otra cosa. El punto que alegan sus detractores es que estas cosas son agresiones pasivas contra las mujeres mientras que sus defensores lo clasifican como un simple chiste, y que si se deja de hacer bromas sobre cualquier cosa que ofenda, pues no existiría el humor.
Ambos tienen razón.
Por un lado, “la comedia es dolor” como dice Jeffrey Ros, comediante estadounidense. Y si dejamos de reír de las cosas porque son “sensitivas”, es un peligroso paso a la dictadura social, y ya estamos demasiado cerca. Yo sigo haciendo chistes imprudentes, eso no se puede perder. Hay que aprender a no tomar las cosas tan en serio ni ser tan sensibles porque al mundo como tal no le importa mucho (nada) tus sentimientos.
Por otro lado, me alegro de no ser mujer. Porque mira que a las mujeres se les odia, no solo en Puerto Rico, sino en la cultura popular, la influencia de siglos de represión y muchas razones más. A la mujer que aborta se le dice “asesina”, a la que usa anticonceptivos se le dice “puta”, a la que llamamos bonita “debe ser bruta”, a la que es muy seria se le dice “bicha”, a la que es alegre, “puta”, a la que bebe, “puta”, a la que fuma, “puta” a la que tiene mucho amigos… puta, puta, puta, puta.
Entiendo a los feministas que se molestaron, porque conozco el odio hacia las mujeres en carne propia. Aquí. En QiiBO, cada vez que publicamos sobre Ghostbusters, los comentarios son abrumadoramente hostiles hacia sus protagonistas. Cuatro mujeres que tuvieron la osadía de continuar el trabajo de cuatro hombres, ¿Cómo se atrevieron? Putas.
Porque publicar sobre actrices es esperar al menos un comentario que diga “puta”, “fleje”, “estúpida”. Aquí o donde sea.
Me alegro no ser mujer para no tener que caminar con miedo en la calle, como cuando era pequeño, de la mano de mi madre, caminando solos por la noche y en una ocasión se detuvo un carro desconocido y comenzó a gritar “¡quiero comer Chocha!” Mi madre le gritó que andaba con un niño, el tipo, desde su carro aun, amparado en las sombras (nunca vi su cara) contestó aún más fuerte, más furioso “¡CHOCHA! ¡CHOCHA! ¡CHOCHA!” Yo tenía siete años.
Me alegro de no ser mujer porque no creo que hubiera tenido la fortaleza de carácter, la valentía, y el sentido del humor de tantas enfrentándose al mundo, como mi madre contra aquel imbécil.
Pero con carteles no se arregla nada. Se arregla con educación. Y sabiendo escojer nuestras batallas. Eduquémonos. Hacer chistes machistas o feministas no es agresión contra la persona sino contra el estereotipo. Que escuchar un chiste sobre mujeres no es un ataque pero tampoco es permiso para despreciar o maltratar a nadie. Igual contra hombres. En realidad no es tan difícil, ¿o necesitan un cartel para entenderlo?
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Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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