Hoy hace casi 2,000 años, tras la muerte de Claudio, Roma se desangraba económicamente por los excesos de los primeros emperadores. Tras Augusto, que durante su largo reinado controló eficientemente las finanzas del país, ni Tiberio, ni Calígula, ni su tío Claudio supieron equilibrar las cuentas de una Roma que pagaba con tributos sus victorias en los frentes del Norte de Europa, ni pudieron alcanzar una Pax Social que ensanchara la armadura que protegía a la ciudad de una nueva guerra civil. Curiosamente, la historia parece que se repite en una pequeña isla del Caribe…
A la muerte de Claudio quedo escrito que su hijo adoptivo, Nerón, ni listo ni tonto, gordito y ya con una barba recortada que le enmarcaba la cara pese a su corta edad le sucediera como nuevo emperador, en perjuicio de Británico, hijo natural de Claudio, que si bien estaba más preparado carecía de la gran popularidad entre la plebe romana.
Debido a su poco talento político expresado en una serie de ideas reformistas cada cual más descabellada, Nerón tuvo que realizar continuas apariciones en los juegos y en el Circo. Todo lo anterior, junto con su preocupación —como dejan entrever los textos de Tácito— por los ciudadanos que dependían del reparto gratuito de alimentos, le hizo granjearse los favores de la baja sociedad romana, hambrienta y poco ilustrada, pero que veía en el hijastro de Claudio al salvador social, que no dudaba en despedazar a diestro y siniestro a quien le enfrentaba. Un verdadero romano (aunque naciese en Anzio).
Pese a su nulo talento para escribir música e interpretarla, y dándose cuenta de que los expertos no apreciaban suficientemente su arte, Nerón celebraba conciertos para la plebe, que alcanzaba el éxtasis por ignorancia y alababa sus líricas corrupta y su melodía desafinada. Nerón era conocido entre sus iguales como un zurupeto de la música, y pese a que en el extranjero, su obsesión con la lira era objeto de mofa, en Roma, se publicaron muchas de sus composiciones, con notable éxito sobre todo entre los ciudadanos con menos recursos económicos e intelectuales.
Poco a poco, Nerón se fue aislando de la realidad, la pompa a su alrededor aumentó, como también el gusto del emperador por apabullar a sus súbditos con su gloria o su munificencia, como demuestran sus textos donde se engrandece a si mismo y su familia. Finalmente, su gusto por la declamación acompañado de la cítara lo encaminó hacia los escenarios, donde recibía aplausos por mera adulación. Tal era el grado de excitación que según Suetonio, mientras Roma ardía, Nerón cantaba el Iliupersis desde los balcones de la Domus Aurea, jaleado por ciudadanos cuyas casas eran pasto de las llamas.
Hasta que un día, hartos de sus tontadas, sus partidarios en el senado lo derrocaron, ordenaron su arresto y ejecución, y el princeps huyó de Roma para suicidarse asistido por su secretario, sabiendo en vida, que lo que le gustaba al pueblo era el show del emperador y su atrezzo, y no su música ni su verso.
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1 Comment
dcerejido excelente