Antes de que Michael Bay, los noventosos tuvimos a Roland Emmerich para películas de verano con muchas explosiones, “one-liners” y tiros de cámara de destrucción masiva. “Universal Soldier”, “Independence Day” y “Godzilla” son ejemplos de algunas. No tengo nada en contra de filmes que te pidan desconectar el cerebro un rato y agarrar la bolsa de popcorn. Al contrario, hay días con tanto stress y complicaciones que lo que la mente es alguna distracción mundana. Emmerich es de esos directores que la hace bastante bien (Stargate) o desastrosamente mal (Godzilla). Sus más recientes trabajos rondan la segunda (2012, 10,000BC). Afortunadamente, White House Down es lo mejor que ha hecho desde The Patriot (si, a mi me gusta The Patriot) aunque también contiene algunos de sus fallos mayores.
“John Cale” (Channing Tatum) es el guardaespaldas del portavoz de la mayoría en la Casa de Representantes del Congreso de Estados Unidos (Richard Jenkins). El tipo ha sido un desastre manejando su vida aun habiendo siendo un ejemplar soldado en el momento de la acción. Fuera del trabajo ha sido todo lo contrario; es divorciado y su hija adolescente “Emily” (Joey King) lo llama por su primer nombre. Cuando consigue una entrevista para ser parte del servicio secreto del Presidente de los Estados Unicos, aprovecha y lleva a “Emily” para una visita a la Casa Blanca. Por supuesto, el mismo día que visitan la casa presidencial, terroristas atacan el edificio para secuestrar al Presidente (Jamie Foxx). “John” tendrá que demostrar que es más confiable de lo que todos piensan para salvar a su hija y de paso al primer ejecutivo…el resto de la película ya ustedes lo han visto antes.
Si les sonó familiar todo lo anterior, es porque White House Down combina elementos de otros filmes que han tenido éxito; el inconveniente es que la receta nunca se siente bien combinada, sino que da la impresión que estamos viendo tres películas distintas: White House Down comienza como “Die Hard”, se convierte en “Lethal Weapon” y termina siendo “True Lies”. Aun así, cumple con entretener por dos horas con suficiente acción y una pizca de comedia. El guión tampoco es muy claro con las intenciones de los villanos, excepto por el de “Walker” (James Woods) aparte de ser una copia casi idéntica del plan de los de Die Hard. Hay un giro que se ve venir casi desde el principio y que, por alguna razón, guardan para los minutos finales después que el último tiro fue disparado. Maggie Gyllenhaal, James Woods y Richard Jenkins hacen lo mejor que pueden con lo tienen en su libreto.
Tatum ha tenido unos dos años fantásticos en buenos filmes pero sin dejar de hacer películas de acción como es este caso. En general hace buen trabajo cargando la película con carisma y momentos de risa entre tensión. Está muy lejos de ser Bruce Willis en “Die Hard” pero logra lo suyo. Su mayor debilidad es que Jamie Foxx es quien interpreta al presidente “Sawyer”. Foxx es la versión más joven y atlética de Barack Obama, al igual que Bill Pullman lo fue de Bill Clinton en “Independence Day” y se nota su esfuerzo de no ser una caricatura como le gustan a Emmerich (¿recuerdan el presidente de 2012? Ugh!). Irónicamente, en algunos de los momentos absurdos de la trama me recordó al presidente “Camacho” de “Idiocracy” pero eso fue más culpa del libreto que del actor. Además y lamentablemente para Tatum, “Django Unchained” fue hace poco tiempo atrás y en ningún momento del filme me creí que Foxx lo necesita como salvador. Todo lo contrario, me imagino todo lo que Roland Emmerich sufrió aguantando las ganas de dejar que el presidente “Sawyer” matara a todos los terroristas él solo, con una bandera en su mano izquierda y en la derecha un cuchillo gigante donde se notara las palabras “Made in USA”. Es lo que yo hubiera hecho por chavar…” murica!
Ese es el otro asunto con las producciones de Roland Emmerich, parece que en algún momento de su niñez sufrió un trauma que lo obliga a demostrar lo altamente patriótico que es en todos y cada uno de sus filmes. Yo no tengo problemas con que alguien ame su país pero, cuando lo hace tan obvio y no es para algo que sirva en la trama, la escena se convierte en una parodia de si misma; lo que se supone sea una escena emocionante al final con “Emily” y la bandera presidencial, causa risa y vergüenza ajena.
Cuando comienza la acción, no para hasta el final y el resto del elenco hace lo necesario en los escasos momentos de descanso del filme. White House Down no dejará ninguna impresión permanente en la cultura popular ni en la carrera fílmica de ninguno de los que participan en ella, pero es una entretenida aventura de tiros, explosiones y embustes por toneladas que sirve como buena distracción por par de horas. Si eres fan de las películas de verano al estilo noventoso y en especial del trabajo de Emmerich, White House Down es una buena opción para pasar el rato. Dos y medias casas blancas destruidas de cinco.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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