En algún momento, a todos (eso creo) nos ha caído la vida encima. Nada corre bien, ni el carro, ni el trabajo, las relación y especialmente uno mismo. Por eso el negocio de “arreglarnos” es tan popular; ya sean gimnasios, terapistas, batidas, o pastillas mágicas, siempre aparece algo o alguien prometiendo solución.
En el caso de Miles (Paul Rudd), se trata de un spa ofreciendo dejarlo como nuevo…y cumpliendo.
Habiendo sido quienes pusieron de moda el “binge”, Netflix debuta esta nueva comedia dramática escrita, dirigida y preparada para consumirla de una. De hecho, casi tengo la tentación de decir que hubiera funcionado mejor como filme de dos horas aunque, cuanto les guste depende mucho de que tanto disfruten de Rudd como protagonista. Son ocho episodios de 20 y pico de minutos cada uno, por lo que tampoco toma tanto tiempo.
A Miles la edad media le cayó como una tonelada de fracaso encima. De haber sido uno de los creativos más prometedores de su agencia de publicidad, apenas puede enlazar tres frases en una reunión, ante la mirada decepcionada de su jefa Lenore Pool (Karen PIttman). La llama de la pasión en su matrimonio se ha reducido a una vela humeante, y la perspectiva de tener hijos con su esposa Kate (Aisling Bea) parece pesarle más que su cuerpo entero.
Miles no ve salida del hoyo negro emocional en que se encuentra, hasta que su colega Dan (Desmin Borges) le recomienda visitar un “milagroso” centro de relajación que le re-encendió la vida, la creatividad y vitalidad. Ante la perspectiva de perderlo todo, Miles visita el spa donde solo tocan la misma canción de Enya, mientras lo amarran a una camilla y le aprietan una mascarilla, sin mucha preocupación por su comodidad.
Horas después, Miles despierta…en una tumba dentro de un bosque solitario. Cuando llega a su casa, descubre que en realidad ya está allí. O mejor dicho, su clon.
Resulta que el “milagroso” tratamiento es producir una copia de la persona, con todas sus memorias pero sin sus depresiones o inseguridades. Los Miles ahora tendrán que buscar como vivir una sola vida sin que nadie, especialmente Kate, sepa que existen dos versiones de la misma persona.
Suena como la premisa de tantas comedias de situación estadounidenses, de la cual pudieron sacar cientos de episodios haciendo chistes sobre confusiones de identidad y, para crédito del creador de la serie Timothy Greenberg, la historia avanza rápidamente en el transcurso de los 8 episodios.
Living with Yourself toca varios temas como depresión, relaciones entre parejas, amor, existencialismo, y naturaleza versus crianza. En ocasiones vemos la misma situación desde distintos puntos de vista incluyendo a Kate, aunque no siempre añade algo extra.
No necesitan que yo les diga que Paul Rudd es uno de los actores más agradables que existen, lo cual, en cierta forma, ha afectado su carrera, al siempre ser presentado como el bonachón con una sonrisa y algún comentario sarcástico, sin ser cortante. En Living with Yourself, Rudd aprovecha para demostrar lo que puede hacer más allá del tipo buena gente. Su Miles I es egoísta, ingrato, y mezquino. Uno de los chistes más recurrente sobre Rudd es su aparente habilidad para no envejecer como el resto de los mortales, pues aquí se le ven todos sus 50 años. Por su lado, Miles II es vivaz, alegre y vital.
En general, Living with Yourself intenta abundar en su premisa de la forma más honesta; preguntándonos realmente quienes somos cuando observamos nuestra vida desde otros ojos, que resultan ser los propios. Genéticamente, los Miles son la misma persona pero, si nos pudiéramos remover las inseguridades y depresiones que a veces nos atacan, ¿seriamos exactamente quiénes somos? ¿Tomaríamos las mismas decisiones? ¿Tendríamos los mismos sueños? El guion no siempre contesta esas preguntas pero, cumple con su propósito de entretener y al menos ponernos a pensarlas. No es la mejor serie que haya hecho Netflix pero lejos de ser la peor.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
Comments are closed here.