¿Sabes cuándo compras un producto de una marca más barata para ahorrar, pero cuando llegas a tu casa descubriste que hubiera sido mejor pagar esos centavos extra? Pues Jungle Cruise es lo que pasa cuando compras Indiana Jones por Wish; te funciona para lo que la necesitas, pero sabes que no es la mejor versión.
Suena como si estuviera diciendo que Jungle Cruise es mala. No es así. De hecho, me gustó mucho, especialmente la primera mitad. El problema es que este es uno de esos casos donde el filme termina tropezándose consigo mismo, complicando cosas que no necesitan ser complicadas. Se nota que tuvo varios guionistas y al final no pudieron decidirse que rumbo llevar la historia, así que lo hicieron todo simultáneamente. Jaume Collet-Sierra (Orphan, The Shallows) es un buen director bastante capaz de construir una entretenida experiencia fílmica, por lo que sospecho mano del estudio, especialmente sabiendo cuan desesperadamente buscan la próxima gran franquicia tomando el lugar de Los Piratas del Caribe.
Hablemos de lo bueno; Emily Blunt trasciende cualquier deficiencia de la película dejando salir su Rachel Weisz en The Mummy, combinada con la arrojada Elizabeth Swan de Keira Knightley, y una traviesa actitud a lo Errol Flynn brincando de lado a lado, metiéndose en problemas aquí y allá, interpretando a Lily Houghton, una botánica decidida a encontrar el pétalo de un místico árbol cuya leyenda asegura poder curar cualquier enfermedad. En plena década de los 30’s, Lily no permite ninguna limitación por ser mujer, sea no poder entrar a un club de exploradores, usar pantalones o viajar la peligrosa jungla. Por su lado, Dwayne “La Roca” Johnson interpreta a Frank Wolff, un capitán de barco dedicado a llevar turistas por el misterioso rio cruzando la selva mientras intenta recaudar suficiente dinero para pagar deuda con Nilo (Paul Giamatti en su versión más extraña posible), el dueño de prácticamente todas las demás barcazas.
Mientras Blunt se siente de lo mas natural continuando el legado de Knightley y Weisz, Johnson se ve fuera de lugar interpretando lo que hubiera quedado tan bien en manos de algún Brendan Fraiser o un Will Smith de la vida. Como fan eterno de La Roca, me duele decirles eso. pero la inmensa química entre ambos no es suficiente para tapar ese detalle. Al menos intentan lo mejor que pueden y se nota el esfuerzo.
Jungle Cruise comienza fuerte, con Blunt robando una ancestral flecha que podría ser la llave para encontrar “Las Lagrimas de Cristal”, el supuesto templo donde oculta el ansiado árbol. Para llegar allí contrata los servicios de Frank, mientras huyen del Príncipe Joachim, un alemán interpretado tan caricaturesco por Jesse Plemons, que bien pudo ser animado. Con la ayuda de McGregor Hougthon (Jack Whitehall), el estirado hermano de Lily, combatirán todos los retos que tiene la jungla, naturales y no tan naturales. El problema llega con el tercer acto, cuando el guion decide dar un giro casi deteniendo la película para añadir mitología que eventualmente aporta poco, para luego recomenzar con una explosión de efectos especiales tapando el trabajo de sus dos estrellas.
De hecho, ahora que lo pienso, ver Jungle Cruise es la experiencia completa de la trilogía de The Mummy; empieza fantástica, luego se pone exagerada pero todavía divertida, y eventualmente termina olvidando que la hizo especial al principio. La primera hora es la mejor, perfecta para toda la familia, especialmente aquellos que quieran repetir un poco de la emoción viendo La Isla del Tesoro, o Los Piratas del Caribe por primera vez. La segunda es más oscura (literalmente), con menos Blunt y Johnson, mas CGI, y una innecesaria subtrama que pudo dejarse para la secuela u otra propiedad. Combinadas, hacen de Jungle Cruise una aceptable -si acaso un poco muy larga- aventura fílmica que entretiene lo suficiente para pasarla bien un rato en el cine.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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