Por años, décadas, generaciones, la principal representación de hispanos en la cultura popular, especialmente puertorriqueños, fue el musical West Side Story. Aunque no lo odio ni pretendo borrarlo de la historia, me alegra mucho la llegada de In The Heights, una grandiosa, fantástica, amorosa celebración de ser latino en los Estados Unidos; sea boricua, dominicano, mejicano, panameño, ecuatoriano, colombiano, venezolano, ¡somos raza! Somos una deliciosa mezcla de culturas unidas por un idioma pero sobre todo por un amor a la vida que se nos desborda por los poros. Esta es la película para regresar a los cines.
In The Heights es mi película favorita del año hasta el momento. La vi en un momento cuando más necesitaba recordar lo bello que puede ser el mundo, explotando desde la pantalla con su contagiosa música, sus poderosos versos y una banda sonora capaz de alegrar el alma más oscura.
Usnavi (un fantástico Anthony Ramos) le cuenta a unos chicos sobre Washington Heights, el barrio donde creció, donde se mezcla historias y sueños; Usnavi quiere mudarse a Republica Dominicana para abrir la barra frente al mar que tanto quiso su fallecido padre, su amiga Nina (Leslie Grace) regresa de Stanford pero quiere quedarse aunque su padre Kevin (Jimmy Smits) sacrifica todo para mantenerla allá. Vanessa (Melissa Barrera), el interés amoroso de Usnavi, ansia dedicarse a la moda, y Benny (Corey Hawkins) quiere ascender en su trabajo mientras sueña con la atención de Nina. Aunque Usnavi funciona como narrador – o anfitrión podríamos decir – In The Heights es un ensamblado de todos estos personajes, junto a varios secundarios todos teniendo su momento, incluyendo “La Abuela Claudia” (Olga Merediz), quien nunca tuvo hijos pero siempre cuidó todos los chicos del barrio.
A días de un apagón total, la comunidad de Washington Heights enfrenta cambios fundamentales tanto abstractos como de sus residentes. Entre la gentrificación de nuevos proyectos externos quedándose con cada vez más propiedades, cambios políticos amenazan con deportar “soñadores”, como se le conoce a inmigrantes llegados al país cuando niños, y las nuevas generaciones decidiendo si su futuro se queda en el barrio o necesita moverse a otros destinos.
Jon M. Chu dirige más como manejador de orquesta que filme, usando su camera dinámicamente, permitiendo que la excelente coreografía de Christopher Scott inunde los sentidos complementando perfectamente la lírica de Lin-Manuel Miranda, tan vibrante como los colores de la gente, las localidades, y las personalidades de todas las figuras, este al frente o en lo más atrás.
En historias menos interesantes, In The Heights pudo ser otra fantasía clichosa de “echar pa’ adelante” pero aquí hay varias conversaciones sobre qué significa eso: ¿hay que dejar la tierra de origen? Echar pa’ adelante también significa usar tus talentos para mejorar tu comunidad, como piensa Vanessa, prefiriendo volver a casa para luchar por su gente. Por otro lado a veces la vida nos indica el camino a seguir, y nos toca decidir si lanzarse es valor o egoísmo.
Con todo y los momentos dramáticos, e introspectivos, In the Heights nunca suelta la atención de principio a fin, llevándonos por un maravilloso viaje de música, bailes, sentimientos y amor por quienes somos, de dónde venimos y quienes seremos. Habrá momentos de risas y lágrimas pero fue imposible no terminar con una sonrisa, y ganas irresistibles de bailar y celebrar nuestra personalidad hispana, latina, humana. ¡INMENSAMENTE RECOMENDADA!
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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