“Los ideales son pacíficos, la historia es violenta”. Con esta cita de uno de sus personajes, se describe perfectamente a Fury. No porque sea la más profunda sino porque precisamente da la impresión de que es profunda cuando en realidad es retórica cliché. Fury es una muy buena película de guerra que pudo ser excelente si no hubiera tratado tanto en lograrlo.
En las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, el soldado “Norman Ellison” (Logan Lerman) es asignado a la tripulación del tanque Sherman M4A3E8, llamado FURY, comandado por Don “Wardaddy” Collier (Brad Pitt), para reemplazar su fallecido asistente de manejo y artillería. “Norman” se ha mantenido al margen del teatro de guerra por su trabajo en oficina, mientras que el resto del equipo; “Gordo” (Michael Peña), “Coon-Ass” (Joel Bernthal, “Shane” en The Walking Dead) y “Bible” (Shia LaBeouf) ya han sobrevivido varias misiones y momentos de batalla. “Norman” tendrá que luchar con su conflicto interno de mantener su humanidad o sobrevivir.
Lo mejor de Fury es mitad las intensas escenas de combate, donde el director David Ayer (End of Watch) y el cinematógrafo Roman Vasyanov te ponen justo en el medio de la sangre, disparos, humo y desesperación, y la otra mitad el excelente trabajo de Brad Pitt y especialmente Shia LaBeouf, quien se roba cada escena como la autoridad moral Boyd “Bible” Swan. Este personaje es la máxima contradicción de un hombre profundamente convencido de sus ideales religiosos pero, que no duda un segundo en disparar y matar al enemigo en su mira, tanto dentro del tanque como con su rifle. Me hubiera gustado ver mucho más de este personaje, y es una pena que se enfoquen tanto en las excentricidades de LaBeouf que en su talento como actor.
La Segunda Guerra Mundial ha sido –y seguirá siendo– llevada incontables veces al cine y televisión. Es fácil entender porque: fue la última vez que fue fácil dividir los malos de los buenos. Sin olvidar el inmenso costo de vidas humanas que cambió y afectó para siempre. Pero, cuando hablamos de lo que le hace la guerra al ser humano, el impacto es mucho más que disparos y fuego, la guerra te cambia por completo. Fury intenta penetrar en ese aspecto al hacernos testigos de cómo cada personaje es afectado individualmente; mientras “Norman” se resiste a violar su conciencia, algunos tratan de separar su parte normal de su deber como soldado (Bible, Waddady), mientras que otros sencillamente aceptan convertirse en máquinas de matar tan frías como su equipo (Coon-Ass, Gordo).
La razón por la cual no pude tomar en serio la parte dramática de Fury es porque se nota demasiado. Durante los momentos más tensos, especialmente hacia el final, la banda sonora de Steven Price es exageradamente azucarada, y las escenas extensas de personajes mirando al horizonte convierten el momento en un melodrama más parecido a una película de Lifetime que un evento de estudio.
Otra virtud de Fury es su mirada honesta al mundo de la guerra. Ayer no tiene problemas en hacernos caminar entre sangre, barro, huesos, carne humana en pedazos o quemada. La ambigüedad moral es especialmente explorada en una incómoda secuencia entre “Warddaddy” y “Norman” junto a dos mujeres alemanas dentro de su apartamento. Esta, junto a una escena de ellos dos con un soldado alemán, son de las mejores que he visto en películas de guerra que no incluyen combate per se.
Verdaderamente me gustó Fury. Es una tremenda película de guerra y acción que cuando funciona, lo hace muy bien, y gracias a sus tiros de cámara y edición de sonido es digna de disfrutarla en pantalla gigante.
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Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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