Quizás algún día hagan una mini-serie o una película sobre la filmación de Dont’ Worry Darling, con todos los chismes salidos detrás de las cámaras pero, por el momento tendremos que conformarnos con ver el resultado y preguntarnos: “¿valió la pena?” La respuesta para mí fue “casi casi, porque un día con dos horas de Florence Pugh en mi vida es ganancia pura”. La actriz australiana continua su racha siendo lo mejor de cada proyecto que trabaja, y en Don’t Worry Darling es prácticamente la razón número 1, dos y tres para verla.
¿El resto? No tanto. Escrita por Katie Silberman, adaptada de un guion original de Carey y Shane Van Dyke, Don’t Worry Darling es una de esas películas muy tarde para lograr su cometido. Hace 10 años esta reseña pudo haber sido distinta pero, por razones que no puedo especificar porque sería demasiado revelador, Don’t Worry Darling utiliza elementos de otros contenidos –series y películas- sin atrapar correctamente lo que los hace distintos y especiales. Y, para ser justo, no creo que mucha gente haya podido hacerlo mejor que la directora Olivia Wilde. Don’t Worry Darling pudo ser un buen episodio de cuarenta a 60 minutos de alguna serie antológica, de esas sobre la naturaleza humana ante el poder absoluto sobre los demás.
Como filme, Don’t Worry Darling sobre-extiende su misterio más allá de lo necesario y, si no fuera por la magistral actuación de Pugh, hubiera sido todavía menos soportable. A estas alturas, Pugh es experta interpretando mujeres caminando al borde de sus límites emocionales, y Don’t Worry Darling debe ser uno de los barrancos más altos que ha corrido. En todo el sentido de la frase.
En otras palabras, Don’t Worry Darling es una de esas películas que, no solamente no es tan inteligente como cree que es, honestamente piensa que nos está deslumbrando, aunque puedes ver el final a una milla de distancia.
Alice Chambers (Pugh) vive una existencia idílica para algunos, en un pedazo de tierra sacado directamente de la fantasía americana de los 1950’s. Mientras su esposo Jack (Harry Styles) se va todas las mañanas junto al resto de los hombres hacia el desierto a trabajar un misterioso proyecto, las mujeres pasan sus días limpiando, cocinando, y tomando clases de ballet bajo la tutela de la firme Shelley (Gemma Chan), quien exige orden, organización, y sincronización.
Por las tardes, Alice recibe a Jack con trago en mano, cena en la mesa, y beso en la boca. Todo correspondido por Jack con secuencias constantes de placer para Alice, quien parece tener la vida perfecta. Cuando la vecina Margaret (Kiki Layne) comienza a sufrir episodios mentales, Alice ve como todo el mundo a su alrededor pretende que nada pasa, o disimular los hechos con excusas banales. Al finalmente conocer a Frank (Chris Pine), el jefe de Jack y director del misterioso “Proyecto Victoria”, la situación comienza a deteriorarse mientras Alice sufre extrañas visiones, combinados con bizarras ocurrencias en su casa.
Se nota cuan fuerte Olivia Wilde intentó justificar la extensa duración de Don’t Worry Darling, a través de desequilibradas secuencias que bien pudieran haber sido sacadas de algún filme de David Lynch, pero el desarrollo de la trama falla mantener el interés, simplemente porque Don’t Worry Darling no parece estar segura de que quiere decir, criticar o contarnos.
Algunas analogías podrían ser obvias; el trato a mujeres, el control corporativo, la intromisión constante de la tecnología en nuestras vidas. El problema es que Wilde nunca logra atarlas de manera cohesiva, volviendo Don’t Worry Darling en un menjunje figurativo, el equivalente fílmico de una persona mirándote fijamente a los ojos, sin pestañear, explicándote cuan jodía esta nuestra sociedad, mientras disimuladamente buscas la salida del cuarto.
Quizás una mejor edición, hubiera ayudado a Don’t Worry Darling llegar más directamente al punto que quería llevarnos, siendo más efectiva en su mensaje y conflicto final. Como quedó, Florence Pugh es la encargada de llevarnos, ayudando aguantar la vereda. No es lo peor que haya visto en el 2022, pero tampoco está muy abajo en la lista.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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