Honestamente pienso que Estados Unidos no tiene solución real. Las divisiones ideológicas son tan profundas, que preveo una ruptura inevitable; estamos viendo la carrera hacia el precipicio sin ningún freno posible, y lo único que nos queda es esperar que el daño final sea lo menos destructivo posible. Ya vengo creyendo eso hace mucho tiempo pero, después de ver Borat Subsequent MovieFilm me acerco más a la seguridad.
Filmada en secreto antes y durante la pandemia, Sacha Borat Cohen regresa al personaje que lo hizo estrella mundial.
Recientemente repasé la primera para prepárame y, aparte de casi fatigarme de la risa, me pareció escalofriantemente visionaria; Baron Cohen intentó advertirnos algo que veía formandose en la sociedad estadounidense, o quizás nunca se fue realmente de un país que literalmente se partió en dos porque una inmensa parte quería mantener seres humanos como esclavos.
El observó lo mismo que Donald Trump, excepto que uno lo utilizó para enviar un mensaje, el otro para obtener poder. En el 2006 creímos que momentos como la secuencia durante el rodeo en Texas era cosa rara, de algunos pequeños grupos al margen. Catorce años después y el cuatrenio de Trump nos estrelló contra la realidad que el comediante británico quiso mostrarnos.
Borat Subsequent MovieFilm no es tan sólida como la primera pero, las risas (y la vergüenza ajena) son constantes de principio a fin.
Luego de que su primer “documental” convirtiera Kazakstán en el hazmerreír del mundo, Borat Sagdiyev (Baron Cohen) fue enviado a trabajos forzados en una prisión. Cuando el gobierno lo libera con una misión, Borat ve la oportunidad de redimirse para recuperar su antigua posición social. La misión es tan sencilla como ir a Estados Unidos a entregar un mono a Mike Pence, Vice-Presidente de los Estados Unidos de América.
La cosa se le arruina cuando su hija adolescente Tutar Sagdiyev – interpretada magistralmente por la revelación Maria Bakalova – consigue infiltrarse en el viaje, y ahora Borat tendrá que usarla como el “regalo” a Pence.
Por supuesto que se escucha horrible, porque Baron Cohen consiguió formas de encubrir tanto su verdadera identidad como la de Borat, exponiendo los múltiples prejuicios permeando en la sociedad estadounidense, en escenas como un falso centro de salud para mujeres, una pastelería, y una actividad al aire libre con gente entusiastamente aplaudiendo horribles expresiones.
Por otro lado, y quizás como resultado de la madurez que nos da el tiempo, Baron Cohen presenta una visión relativamente gentil del lado que simultáneamente expone. Sin querer revelar mucho de la trama, la relación de Borat con dos conspirativos teóricos fue más simpática de la que parecía en los avances, adicional a dos distintas secuencias con dos diferentes mujeres que genuinamente me conmovieron.
Convertido en padre en vida real, Sacha igualmente construye una emotiva historia de padre e hija, y en esa misma vibra menciono nuevamente a Maria Bakalova, que prácticamente se roba la película como Tutar, demostrando dominio escénico y la misma habilidad mutante de Baron Cohen para mantenerse en personaje sin importar la demencia ocurriendo a su alrededor. La actriz búlgara merece todos los reconocimientos que le lleguen, junto con su próxima fama.
Borat Subsequent Film Movie es la película que necesitaba estrenar a justo una semana y media de las elecciones estadounidenses, funcionando como un espejo de lo que los últimos tres años y medio han convertido el país y, a pesar de que pudiera sonar demasiado ingenuo de mi parte, queda desear que inspire mayor cantidad de gente a votar. Si no, como quiera es una divertida comedia que al menos sirve como registro cultura e histórico del momento en que vivimos. Solo nos queda esperar que las próximas generaciones la consideren un vergonzoso pasado en vez de “aquellos buenos tiempos”.
¡Inmensamente recomendada!
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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