Es fascinante ver cuánto una pieza artística cambia con los tiempos, especialmente luego de catástrofes. En el caso de Bird Box Barcelona, cambia hasta la actitud de los creativos hacia la humanidad y, honestamente no puedo culparlos.
Bird Box Barcelona me gustó MUCHO más que la original, haciendo todo mejor; los personajes son más interesantes, la trama bien desarrollada, y la dirección de los hermanos David y Alex Pastor la saca del parque con perfecto ritmo, y una constante intriga que te hizo aguantar la respiración en más de una ocasión.
Ahora la mala noticia: eso no es mucho decir. Pertenezco a la minoría que no le gustó Bird Box. Perdóname, Sandra Bullock, pero la encontré simplona, mal editada, con personajes que no me importaban si vivían o morían. Por tanto, cuando digo que me gustó Bird Box Barcelona, no estoy diciendo que es la próxima gran cosa que revolucionará el cine post-apocalíptico, más bien que logra usar elementos de mejores producciones como A Quiet Place, o The Last of Us, para darnos una hora y cuarenta minutos de entretenimiento decente.
Mario Casas protagoniza excelentemente como Sebastián, un ingeniero sobreviviendo con su hija Anna (Alejandra Howard) en la destruida ciudad titular, nueves meses después del mundo haber sido invadido por misteriosos entes, que producen deseos incontrolables de suicidio en toda criatura que los mire directamente. Sebastián y Anna tiene una estrategia para lidiar cuando encuentran otros sobrevivientes, especialmente para asegurarse de que sean “gente buena”. La relación entre Sebastián y Anna es crucial para el desarrollo de la historia, con Casas dando una amplia gamas de sentimientos y emociones que unas veces me hicieron agitar el puño, y en otras apretar el pecho.
No diré nada más para proteger su experiencia, pues Bird Box Barcelona se nutre de sorpresas y giros que me tuvieron al borde de la silla sin parpadear.
Lo curioso de Bird Box Barcelona es que se nota ser un producto post-pandemia. El guion de Josh Malerman, junto a los hermanos Pastor, está salpicado de un cinismo que puedo reconocer luego de tres años lidiando con una guerra cultural donde se politizó un asunto científico para empujar distintas agendas, a través de desinformación y manipulación. Tampoco es que Bird Box Barcelona sea tan inteligente para aplicar estas frustraciones pero, mientras Bird Box (2018) tenía un tono relativamente optimista sobre la humanidad, Bird Box Barcelona presenta una visión depresiva sobre la capacidad humana para lidiar con desastres, incluyendo un leve elemento religioso que no logra conectar tan bien como los Pastors hubieran querido, pero consigue de todos modos añadir al factor inquietante.
Al fin y al cabo, Bird Box Barcelona sirve para pasar hora y cuarenta minutos entretenido, nada del otro mundo, pero suficiente buena para recomendarles que le den la oportunidad.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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