Mucho de lo que está pasando con el cine los últimos años en el cine está reflejado en Alien: Romulus, la más reciente entrega de una franquicia que se distingue por varias cosas. La primera es que prácticamente todos estamos de acuerdo que Alien, y Aliens son los puntos mayores. El resto de los filmes son materia constante de debate; mientras algunos odian Alien 3, otros la aman, igual que con Alien: Resurrection (aunque probablemente es la menos querida).
El segundo elemento que distingue la saga de Alien, es la experimentación. Ridley Scott quiso revitalizar la propiedad con la fantástica Prometheus, explorando temas de religión, espiritualidad, nuestros orígenes y la búsqueda de respuestas externas a preguntas interiores; continuando con la existencialista Alien: Covenant. Mientras Prometheus nos dice que dios nos odiaría, Covenant asegura que los dioses que nosotros mismos crearemos en la inteligencia artificial, también nos detestarían.
Una trilogía que, aparentemente, no será completada, pues Romulus nos lleva drásticamente a los comienzos -tanto literal como abstractamente- de la franquicia, en una película hecha por un fan, para un segmento especifico de la audiencia.
Alien: Romulus es otro ejemplo de que la nostalgia sigue vendiendo sobre la novedad. Otros críticos la han descrito como “Alien’s Greatest Hits”, y no encuentro mejor manera para explicarla. Una cosa es colocar algunas referencias pequeñas, otra es arrancar trozos de otras películas y colocarlas descaradamente, queriendo pasarlo como “tributo”.
El director Fede Álvarez nuevamente demuestra su habilidad construyendo escenarios de espeluznante tensión pero, no consigue conectar elementos emocionales, haciendo que los personajes se sientan como piezas secundarios de la acción en pantalla.
No por falta de intentarlo, ni mucho menos fallo del elenco, especialmente David Jonsson como el androide Andy.
En una colonia espacial, donde la corporación Wayland-Yutani es prácticamente dueña y señora de las vidas de sus (casi prisioneros) empleados, la joven Rain (Cailee Spaeny) descubre que todavía le quedan años de su contrato. Desesperada por escapar a otra colonia donde por lo menos vean el sol de vez en cuando, Rain acepta la osada propuesta de unos compañeros de trabajo para robar una estación espacial en órbita, con equipo de congelamiento que necesitan para llegar a su nuevo hogar. Por supuesto que, en la estación, no encontrarán dulces y unicornios sino la temible criatura que los cazará uno a uno.
Habiendo dicho todo lo primero, lo que Alien: Romulus hace bien, lo hace excelente. Álvarez ha desarrollado su estrategia usando sombras, silencios, y sonido para componer terror, combinando con buena dosis de “horror corporal”. Mientras en unos momentos sentía el corazón latiendo en la garganta por la tensión, en otros apretaba la quijada de aprensión. Su utilización de efectos prácticos en escena hace una enorme diferencia, mientras que las escenas digitales de los monstruos nunca se sienten tan ridículas como el Xenomorfo canino de Alien 3.
A falta de originalidad, Alien: Romulus ofrece terror del bueno, cumpliendo esa parte de la promesa y, si es es lo que buscas de esta saga, lo obtendrás a cabalidad.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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