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Crítica: The Midnight Club y el hermoso arte de contar historias

Hoy día se habla del “horror elevado” como evolución del genero pero, todos los subgéneros subsisten sin problemas para el verdadero amante. Tan divertido un horror chatarra de los 80’s como horror usando el miedo en analogía de la condición humana. Mike Flanagan se ha distinguido en lo segundo, con sus obras maestras, Midnight Mass, y The Haunting of Hill House (aparte de las películas Oculus, y Gerald’s Game). Hill House es una fascinante observación de las etapas del duelo, las rupturas familiares y figurativos demonios de adición, depresión y resentimiento. Por su lado, Midnight Mass es una profunda reflexión sobre el poder de la religión, tanto positivo como negativo, y la capacidad humana de absorber los horrores de la vida misma.

Flanagan triunfa nuevamente con The Midnight Club: haciéndote brincar del miedo, enamorarte de sus personajes, romperte el corazón…para volver asustarte. Una maravillosa serie sobre el poderoso arte de contar historias, la vida, muerte y mortalidad, y lo que nos hace verdaderamente humanos.

Basada en la novela homónima para jóvenes adultos de Christopher Pike, y co-manejada por Flanagan y Leah Fong, The Midnight Club presenta la historia de un grupo de adolescentes viviendo en una casa de transición para enfermos terminales, ocurriendo en la década de los 90’s. Ilonka (Iman Benson) está a punto de comenzar un prometedor futuro en una universidad de alta gama, siendo parte del tope de su clase, hasta que es diagnosticada con cáncer en la tiroides. Cuando el tratamiento no funciona, Ilonka recibe la noticia de ser paciente terminal, ante la impotencia de su padre adoptivo Mike.

Pero Ilonka no se rinde y, buscando información sobre tratamientos alternos, descubre la leyenda de Brightcliffe, una mansión donde se alega una mujer con una enfermedad parecida fue curada usando el poder sobrenatural de la tierra donde sienta la estructura, y ahora es un hospicio para jóvenes en etapa final de sus condiciones. Ilonka convence su padre de permitirle vivir sus últimos días allí, aunque su verdadera intención es encontrar el secreto que salvó la otra mujer.

Brightcliffe es manejado por la Doctora Georgina Stanton (Heather Langenkamp), junto a algunos enfermeros y un conserje. Pero el mayor descubrimiento son el resto de los habitantes, empezando por su compañera de cuarto Anya (Ruth Codd), tan ruda y complicada como sensible y sentimental. El resto de los pacientes, Spencer (Chris Sumpter), Natsuki (Aya Furukawa), Kevin (Igby Rigney), Amesh (Sauriyan Sapkpta), Sandra (Annarah Cymone) y Cheri (Adia), componen “El Club de la Medianoche”, una actividad secreta donde se reúnen en la biblioteca para contarse historias.

Es a través de estas historias, algunas mejores que otras, con las que Flanagan desarrolla cada personaje, pues sus relatos son basados no solamente en sus propias vidas, sino sus deseos, como la historia del chico geek enamorado de la chica cool, la joven reprimida por su padres deseando vivir libremente, aunque siempre con temores incrustados por crianza, y los intensos deseos de Ilonka para curarse y curar los demás. Flanagan también aprovecha para dejar clara su opinión sobre otros estilos de horror –el director, en entrevistas, ha honestamente despreciado la estrategia del “brinco de miedo”.

En manos menos hábiles, The Midnight Club pudo ser un cebo para provocar lágrimas, pero Flanagan insiste en que conozcamos cada personaje antes de lo que sea vaya ocurrir, aparte de él, y Fong manejan los temas de enfermedad juvenil de manera sensible, humana, y orgánica, sin melodramas excesivos ni insensatez.

The Midnight Club es nueva evidencia del horror como herramienta de filosofía, humanidad y exploración emocional que merece atención, si no por sus temas, por el excelente trabajo de su elenco. ¡INMENSAMENTE RECOMENDADA!

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