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Crítica: Russian Doll rompe el molde en su segunda temporada

Si pudieras cambiar las circunstancias de tu nacimiento, ¿lo harías? Una mejor niñez, menos trauma, más comodidad. No pierdan el tiempo pensando en paradojas que hacen esa acción imposible, la pregunta es ¿lo harías o no? Si la respuesta es sí, preguntante cuanto perdiste. ¿Podemos seguir siendo quienes somos sin los peores momentos de nuestro primer desarrollo? Quizás es injusta mi pregunta cuando hay historias realmente horribles, ocurridas a gente que definitivamente no lo merecían. De primera intención, yo diría que hubiera querido una mejor vida pero, en cierta manera agradezco que las dificultades me hayan preparado para la vida que tengo. Pero ahora viene la verdadera cuestión: ¿realmente pienso así o es la forma en que manejo mi situación? No hay forma de cambiar lo hecho, por lo que no tengo más remedio que aceptarlo.

Si leíste el párrafo anterior sin frústrate ni cerrar la página, probablemente te encantará la segunda temporada de Russian Doll, regresando después de tres años con otra existencialista aventura retando el espacio y tiempo. Natasha Lyonne vuelve como la ruda pero simpática Nadia aunque, en esta ocasión participa todavía mas detrás de las cámaras, siendo escritora, directora y manejadora del programa. El resultado es una saga de siete episodios menos coherente que la primera temporada, pero igual de fascinante.

Mientras la primera temporada obligó a Nadia repetir el mismo día hasta que enfrentó poderosas catarsis, en una crónica sobre la vida, muerte, errores, el amor, y quienes somos en el universo, la segunda temporada cambia el vehículo –figurativa y literalmente- pero mantiene las exigencias de impacto emocional con una historia más oscura, más íntima e incómoda.

A días de cumplir sus 40 años, Nadia aborda un tren subterráneo en su natal Nueva York que la lleva a 1982. Luego de la surreal experiencia de la primer temporada, Nadia no pierde el tiempo intentando entender porque el universo la sacó nuevamente del continúo espacial y temporal, más bien dejándose llevar, hasta que descubre el asunto estar relacionado con su familia, especialmente su madre y abuela, y todavía más allá.

Con su segunda temporada, Russian Doll explora poderosos temas sobre trauma generacional, incluyendo cuan responsable son las generaciones modernas de entender los sufrimientos de las anteriores, y hasta que nivel es justo exigirles a los descendientes llevar la carga de miedo y resentimiento al pasado. Para superar el pasado, ¿se necesita olvidarlo? ¿Se puede perdonar lo sufrido mientras se recuerda? Más que contestar estas preguntas, Russian Doll lleva a Nadie encarar sus peores temores, fuera la enfermedad mental de su madre, o su dificultad para definir su propio futuro.

De las pocas debilidades de la segunda temporada es reducir el desarrollo de personajes adicionales; Greta Lee es un imán natural, por lo que extrañé su Maxine más de lo que hubiera querido, e igualmente Charlie Barnett, quien recibe su propia historia como Alan, pero menos atada a la de Nadia que en la primera temporada. No quiero revelar nada pero siento que debo advertirles que los últimos dos episodios requieren mucha atención, pues Russian Doll está más interesada en presentar los efectos en su protagonista, que en explicar lo que ocurre, y eso quizás frustre algunos televidentes.

Afortunadamente, todo eso viene envuelto en la chispeante personalidad de Nadia, repleta de astutos comentarios, siempre con una respuesta ingeniosa preparada para lidiar con lo que el universo le tire. Lyonne ha perfeccionado el arte de ser la chica cool sin tratar de ser cool; ese tipo de persona que uno nota cuando entra a un cuarto, deseando tener la misma auto-seguridad y presencia sin esfuerzo. Sin olvidar la estética tan única de esta serie, desde la música, la ropa, los maquillajes y su perfecto ritmo de tambor que nunca se detiene, solamente baja cuando lo necesitamos.

La segunda temporada de Russian Doll me gustó más que la primera y, quizás porque pude identificarme más con algunos temas que en la primera, no pude parar de verla hasta el final. Altamente recomendada.

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