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Crítica: Euphoria regresa bien “high” en drama surrealista

No se porque me tardé tanto en ver Euphoria, pero inmediatamente entendí porque hizo tanto ruido en el 2019, cuando estrenó esta serie sobre los adolescentes más tóxicos de la historia desde Chernóbil. Si el creador Sam Levinson leyó alguna crítica sobre la abrumadora violencia física, mental y sexual de la primera temporada, parece no haberle importado, pues la segunda temporada se siente como la mañana después de una explosión atómica.

La segunda temporada de Euphoria está salvaje. Levinson se tira de pecho con lo que honestamente es una de las mejores temporadas de cualquier programa que he visto, sin aguantar zarpazos en esta crónica de sexo, drogas, humor negro y modas inadecuadas para asistir a la escuela. Zendaya nuevamente eleva su propio estándar con una interpretación emocionalmente devastadora, apoyada por un elenco dándolo todo, espectacular cinematografía, guion, banda sonora y dirección.

Aunque nunca vemos estos jóvenes asistiendo a ninguna clase, definitivamente saben cuan terrible es la vida porque las cosas solamente empeoran, hasta cuando parecen mejorar. Rue Bennett (Zendaya) continúa su adicción en la que recayó al final de la primera temporada, pretendiendo estar sobria aunque a todas luces no es así, con el desesperado quinto episodio destacándose como uno de los mejores momentos de su carrera. Por su lado, Jules (Hunter Schafer) parece estar más asentada en su salud mental, luego del episodio especial del verano pasado. Pero esto no es Bayside, aquí ningún problema se resuelve en 30 minutos, ni siquiera durante los siete episodios presentados a la prensa. Con la llegada de Elliot (Dominic Fike) un nuevo amigo de ambas, la frágil dinámica se tambalea todavía más.

Mientras tanto, el resto de los chicos no la está pasando mejor; Nate (Jacob Elordi) continúa lidiando con sus severos problemas de rabia, aunque un nuevo desarrollo relacionado a su padre cambiará drásticamente su perspectiva, sino su actitud nociva. Relaciones entre viejas amistades peligran, cuando Maddy (Alexa Demie), Cassie (Sydney Sweeney), y hasta Kat (Barbie Ferrara) enfrenten diversos acontecimientos, obligándolas a mirarse entre ellas, y a si mismas con más detenimiento. De aquí nadie sale a salvo. Y ni se imaginan lo que les espera en el séptimo episodio.

Nada es perfecto; si la primera temporada de Euphoria no te gustó por ser demasiado explicita y nihilista, la segunda no cambiará tu opinión. Levinson a veces es demasiado artístico para su propio bien, reflejando esa visión depresiva de sus personajes, casi cayendo en lo fatalista. Lo salva el humor en los momentos menos esperados, o prudentes, y el firme trabajo de su elenco, claramente dedicados a sacarle lo máximo posible a todas sus escenas, aunque a veces la estrategia chocante de Levinson se interponga.

Sin embargo, todas las fortalezas visuales regresan en esta nueva temporada, con la cámara de Levinson presentando las distintas tramas en su glamoroso estilo, salpicado de realismo mágico, e hipnóticas secuencias brincando entre emociones, delirios, y agonía emocional.

Tener tantos personajes significa ganar en unos lados para perder en otros, mientras Schafer tiene menos que hacer, siendo casi solamente parte de la historia de Rue, Lexi (Maude Apatow) aumenta su presencia con una trama sobre una obra de teatro, buscando salir de la sombra de su hermana Cassie, aunque podría tener cataclísmicas consecuencias sobre todos a su alrededor, adicional a una tierna relación con Fezco (Angus Cloud), el traficante de drogas que recibe su propio trasfondo en los primeros minutos de la temporada, donde conocemos su abuela, interpretada por Kathrine Narducci, en un mini tributo a los filmes de Martin Scorsese.

Euphoria sigue siendo un gusto específico para ciertas audiencias, sin hacer mucho por ganarse sus detractores, de lo cual me alegro completamente. Inmensamente recomendada.

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