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Crítica: Como Agua Para Chocolate empezó Tibia

Si atreverse adaptar una obra literaria es de valientes, imagínate cuando se trata de una que ya fue adaptada exitosamente. Ese es el caso de “Como Agua Para Chocolate”, la romance ficción con realismo mágico de la mejicana Laura Esquivel, que ahora es también una serie limitada de ocho episodios en HBO y Max.

La mayor esperanza de la serie es que suficiente gente haya olvidado lo excelente que fue la película protagonizada por Lumi Cavazos como “Tita”, y Regina Torné como “Mama Elena”. Especialmente porque a los ingredientes de esta nueva versión les falta bastante pique, o calor en la cocina, ustedes escojan cual vaga analogía usar.

Como Agua Para Chocolate es la historia de Tita De la Garza (Azul Guaita), la hija menor de Mamá Elena (Irene Azuela), una hacendada viuda con dos hijas mayores y un obvio, inexplicable desprecio por Tita, a quien prácticamente la crio Nacha (Ángeles Cruz), la cocinera de la familia. Tita tiene una curiosa habilidad: puede impregnar la comida con sus sentimientos.

Desde pequeña, Tita supo dos cosas: su mama no la quería y el único amor de su vida seria Pedro Muzquiz (Andrés Baída), el hijo de otro hacendado del pueblo, con aspiraciones políticas y sociales. Aunque el amor es correspondido, la gran muralla entre ellos es la cruel disposición de Mamá Elena para que Tita nunca se case pues, como hija menor, su deber será cuidar de ella hasta que muera. Elena le ofrece a Pedro la mano de su hija mayor Rosaura (Ana Valeria Becerril), lo cual Pedro acepta como la única forma de mantenerse cerca de Tita. Que clase morón.

Para justificar sus ocho episodios, Como Agua Para Chocolate intenta expandir las relaciones entre personajes y sus respectivas motivaciones. Al menos en los primeros dos episodios presentados a la prensa, el mas agraciado es Pedro, a quien intentan infundir de sentido social, buscando justicia para el pueblo, a pesar de pertenecer a la clase alta, mayormente responsable de la opresión. Es principios del siglo 20 en México, con una revolución a punto de explotar. Mientras el libro utiliza ese conflicto de trasfondo, la serie decide ponerla en primer plano, consiguiendo poco más que relleno.

No me malentiendan, la luchas sociales son importantes, pero ese nunca fue el punto de Como Agua Para Chocolate, que tiene sus propios temas. La historia de Tita contra Mamá Elena representando el conflicto constante (y aparentemente eterno) de la mujer buscando su libertad contra regímenes de tradición, deber impuesto, y represión.

Precisamente, uno de los elementos faltando en Como Agua Para Chocolate es la picardía de la novela y el libro. Quizás por timidez de los creativos para escenas sensuales, quizás porque la química entre Guaita y Baída quedó muy lejos del calor que transmitían Lumi Cavazos y Marco Leonardi en el filme del 1992. Quizás una mezcla de ambas. Queda esperar si el resto de la serie aumenta el calor.

A pesar de que el destaque mayor de la serie es lo técnico con espectacular cinematografía, diseños de producción y banda sonora, el trabajo actoral no se queda atrás. Guaita tiene zapatos grandes que llenar, pero consigue abordar Tita con la necesaria vulnerabilidad combinada con fortaleza interior. Por su parte, Azuela es quien mejor consigue llegar al nivel de su predecesora, pues la presencia de Mamá Elena es tan grande como su tiránica personalidad, siendo una figura inspirando terror con una simple mirada o pocas palabras.

Los primeros dos episodios de Como Agua Para Chocolate me dejaron con hambre de más, pero no necesariamente por querer ver lo que ocurre luego, sino porque le faltó contenido al plato, mayormente el espíritu travieso que Esquivel infundio en su novela, y que tan bien representó la película. Queda esperar que el resto de la temporada consiga subir el fuego y servirlo como se merece.

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