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Crítica de Beetlejuice Beetlejuice

A veces es bueno regresar a casa. En ocasiones necesario, y eso es lo que el director Tim Burton parece haber querido hacer con Beetlejuice Beetlejuice, la largamente esperada de una de sus más recordadas películas.

La espera valió la pena, especialmente por ver nuevamente a Michael Keaton en la podrida piel de Betelgeuse, hermosamente repleto de cinismo, maniaca energía e irreverencia, como si ayer hubiera sido el último día que lo hizo. La otra bienvenida vuelta es Winona Ryder como Lydia Deetz, ahora una mujer enviudada e intentando reconstruir la relación con su hija adolescente Astrid (Jenna Ortega). Mientras Lydia se gana la vida con un programa de realidad donde comunica con fantasmas usando sus habilidades de médium, Astrid resiente que su fallecido padre no sea uno de esos. Ryder ha perfeccionado el arte de verse vulnerable superando dificultades, en este caso dándole el toque gótico que tanto la caracterizó en los 90s’.

Pero resulta que Betelgeuse tiene sus propios problemas, pues su exesposa Delores (una lamentablemente desperdiciada Monica Belluci) ha sido reconstruida en el inframundo, con la completa intención de reunirse con su ex, para chuparle el alma (no es un eufemismo).

Cuando Delia Deetz (la siempre fabulosa Catherine O’Hara) le comunica a Lydia la muerte de su padre Charles (Jeffrey Jones y, si quieren saber porque no volvió, busquen el nombre en internet), deciden regresar a la casa donde todo comenzó en Beetlejuice (1988), ya que Charles pidió ser enterrado en esa parte del mundo.

Beetlejuice Beetlejuice está ok, ok. Tanto la trama principal, como las tramas secundarias están desorganizadas, y nunca logran sentirse más allá de simples excusas para reunir el elenco (excepto Jeffrey Jones…por razones), lo cual tiene sentido con un guion de Alfred Gough y Miles Millar, quienes hicieron una carrera de ocultar sus mediocres talentos, usándolos en propiedades tan populares (Wednesday, Smallville), que la audiencia ignora sus obvios defectos, como falta de desarrollo de personajes o historias con cráteres de guion, y jamás me voy a quejar de ver a Willem Dafoe haciendo comedia sin miedo al ridículo.

Pero esta fiesta le pertenece a Tim Burton, quien decidió dar una vuelta por su filmografía completa, desde sus comienzos como animador, usando el inframundo como lienzo para sus elementos más excéntricos, y una cacofonía de secuencias sacadas de sus mejores momentos, sean musicales, románticas o familiares. Beetlejuice Beetlejuice tiene de todo y, aunque no consigue atarlo efectivamente, tampoco arruina la experiencia de gozarse estos personajes regresando a nuestras vidas, ¡fantasmagóricamente recomendada!

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