El cine es mi escapismo favorito desde siempre. La mayoría de las películas son ok; entretienen, que es lo mínimo que les pido. Pero de vez en cuando, surge una obra maestra recordándote el inmenso poder de este arte para tocarte el alma.
En blanco y negro, sin prisa, ni efectos especiales, Alfonso Cuarón (Gravity, Children of Men) presenta en ROMA una crónica tan personal e íntima que en algunos momentos me sentí un intruso en la casa.
Regresando a su natal México, Cuarón escribe directamente de sus memorias sobre un año de su infancia, específicamente en 1971, viviendo en la colonia de Roma. Visto desde el punto de vista de “Adela” (Nancy Garcia Garcia) y especialmente “Cleo” (Yalitza Aparicio con una de las mejores y más honestas actuaciones del año), personaje basado en “Libo”, la empleada doméstica que prácticamente lo crio y a quien dedica el filme.
Cuarón da esta honesta mirada al mundo de contradicciones donde creció. Cleo es parte de la familia pero indudablemente separada al mismo tiempo. Mientras el clan celebra navidad en una sala repleta de decoraciones, los empleados bailan en el sótano oscuro y húmedo. Cuando todos se reúnen para ver su programa favorito, Cleo se sienta en el suelo apenas unos momentos antes que alguien pida su te de manzanilla. Los niños la adoran y la Sra. Sofía, su patrona, la trata bien pero deja claro su lugar en la casa.
Mientras tanto, el padre se aleja cada vez más. Sus supuestos viajes son más largos a pesar de los esfuerzos de Sofía para mantener la apariencia de seguir siendo una “familia de bien”, con su auto de lujo y vacaciones en fincas de amistades de alta clase y contactos estadounidenses.
Por su lado, Cleo maneja sus interminables labores, desde levantar gentilmente los niños hasta limpiar los desperdicios de Borras, el perro de la casa. En su poco tiempo libre forja una relación con Fermín, un joven primo del novio de Adela. La relación parece igual que cualquier otra, hasta que Cleo queda embarazada y Fermín desaparece más rápido de lo que puedas decir “padre irresponsable”.
ROMA es tan personal que Cuarón no solo escribió y dirigió, sino que prescindió de los servicios del gran Emmanuel Lubezki para grabar la cinematografía el mismo, mostrándonos su vida desde prácticamente sus propios ojos. Esto resulta en tomas tan íntimas que hace la audiencia sentirse como un vecino entrometido mirando por la ventana o una presencia invisible durante las secuencias entre Cleo, Sofia y los niños.
ROMA es un drama moviéndose a fuego lento pero firme, aumentando la emoción hasta el tercer acto con una intensa secuencia durante la trágica masacre del Jueves de Corpus, que casi me dejó sin aire, hasta dos de las escenas más desgarradoras en los últimos años.
Solo hay dos películas que me han hecho llorar genuinamente. Llorar penas pasadas, presentes y las de los personajes. Ahora hay tres. ROMA está disponible en los cines Fine Arts y Netflix. Inmensamente recomendada.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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