Guarda los cuchillos, apaga todas las luces, y dile a la niñera que se esconda; Michael Myers regresa pero no viene solo. Cuarenta años después de la horrible matanza, llegó el momento de la revancha entre Laurie y “La Figura”, una última vez.
Como toda franquicia ochentosa que se respete, Halloween tuvo una ristra de horribles secuelas que nunca lograron repetir el éxito crítico y económico de la original, hasta que Danny McBride (si, ESE Danny McBride), junto a su colaborador habitual Jeff Fradley, le hicieron a John Carpenter una oferta que no pudo rechazar: borrar todas las demás películas y continuar directamente del clásico del 1978.
A cuatro décadas de la fatídica noche, Laurie Strode (una fantástica y “bad-ass” Jamie Lee Curtis) sigue marcada por los eventos que la convirtieron en una especie de “preparada para el desastre”. En lugar de buscar ayuda para su trauma, Laurie prefirió gestar para la próxima vez, convirtiendo su solitaria casa en el bosque en la fantasía mojada de un republicano sureño: una fortaleza repleta de armas, lista para el inevitable día que Michael Myers escape de la prisión donde ha vivido por 40 años…esperando el momento indicado.
No sería un filme decente de horror sin morones que permitan la huida y, antes que puedas decir “trick or treat”, Michael está de vuelta a la calle de su infancia, listo para añadir nombres a su lista roja otro 31 de octubre.
Mejor conocido por comedias y uno que otro drama, David Gordon Green toma la dirección para continuar la historia que convirtió a Carpenter y Curtis en iconos del género. Aunque nunca llega al mismo nivel de la original, logra elaborar una sólida historia que me tuvo pendiente a la pantalla de principio a fin, especialmente durante el tercer acto, cuando comienza el esperado combate entre los viejos enemigos.
Tanto el guion de McBride y Fradley, como la mano firme de Green rinden tributo a la primera, sin ser una repetición, ni caer en la mortal trampa de explicar el villano. Michael es tan misterioso y letal como el tiburón de Jaws, motivado por alguna energía primitiva de destruir todo lo que se le presente al frente.
Curtis nuevamente es la fuerza de gravedad alrededor de la cual todo orbita; su Laurie recuerda el drástico cambio de Linda Hamilton entre The Terminator y T2, al decidir no ser víctima de su miedo. Esta no es la inocente niñera que buscó un armario donde esconderse, para después tirar el cuchillo al piso; ella quiere que Michael se escape y la busque. El problema es que eso le causó problemas con todas sus relaciones, especialmente su hija Karen (Judy Greer), la cual prefiere mantenerla lejos de su vida, su gentil esposo Ray (Toby Huss) y su hija Allyson (Andi Matichak), quien trata de remendar la distancia entre ellas.
Una película más pretenciosa hubiera tratado de estudiar el efecto emocional que sobrevivir una masacre tiene en una persona y su vida, excepto que Halloween solo roza el concepto prefiriendo concentrarse en el conteo de cuerpos cayendo y el conflicto entre Laurie y Michael.
No me molesta; al fin y al cabo nadie va a ver una película de “slasher” para aprender filosofía o la naturaleza humana. Vamos para que no asusten y nos hagan brincar de vez en cuando, y Halloween lo logra, gracias a la habilidad de Green usando a Michael como un ente casi sobrenatural, jugando con la iluminación y composición de escena para esconderlo a plena vista, y la actualización de la famosa banda sonora de Carpenter (adaptado por él y su hijo) en el trasfondo, subiendo la tensión al techo.
Halloween funciona como tributo a la original, el género, y el inmenso impacto que sigue teniendo en la industria, mientras presenta su propia versión de la batalla entre antigua víctima y victimario. Entretenida, con humor de vez en cuando pero, seria cuando lo tiene que ser, es una excelente opción para los que busquen un rato de brincos en el cine. ¡Aterrorizantemente recomendada!
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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