Como cineasta, Kathryn Bigelow no le “pasa la manita” a nada, ni a nadie. Con sus últimos tres filmes, desde The Hurt Locker, hasta Detroit, la directora americana toca temas, que quizás se han tocado antes, pero no de una forma tan cruda y real como lo hace ella. Detroit no es la diferencia. Y es, quizás, el filme de Kathryn que más ha creado una impresión en mí.
Detroit toma lugar en el 1967, en la ciudad de Detroit, justo en el medio de un motín que forman las personas afro-americanas, por el trato de los policías hacía ellos. Bigelow pasa cerca de unos 20-25 minutos del filme, el primer acto, presentadonos el contexto social de lo que está ocurriendo en el contorno de nuestros personajes. Como dije, la película, con su cinematografía con estilo cuasi-documental, no tiene miedo a ser cruda, real, y esto se siente desde el primer acto, que es, quizás, el más diferente en tono del resto del filme.
El final del primer acto nos presenta a Larry Reed, interpretado maravillosamente por Algee Smith, quien lentamente se va conviertiendo en nuestro personaje principal. El filme va construyendo a este personaje, junto a su guardaespaldas, Fred (Jacob Latimore), quienes se ven envueltos en el grupo de personas que son, básicamente, torturados, física y mentalmente, por el policía Philip Krauss más adelante en el filme. Hay segmentos durante el desarrollo del personaje de Reed, en que este, como dicen en inglés, breaks into song (rompe a cantar), y esto me sacaba del tono serio y obscuro que tiene la película. Pero, aún así, creo que esto era algo que Boal (el guionista del filme) pretendía hacer para que la audiencia entendiera lo ignorante que era Reed, ante todo lo que está ocurriendo a su alrededor.
Philip Krauss es protagonizado por Will Poulter, a quienes quizás conocen por filmes como We’re The Millers y The Revenant. Con lo que se le dio a Poulter en estos filmes, nunca pensé que pudiera interpretar a un buen villano, y menos uno que me dejara tan molesto como este. Krauss es, fácilmente, el villano más asqueante y odioso del cine en lo que va de año, y esto probablemente se debe al hecho de que, más que un personaje ficticio, está basado en alguien de la vida real, y es la representación física de la corrupción en el sistema policiaco de los Estados Unidos, tanto en el 67, como ahora.
John Boyega también está en el reparto del filme, pero se siente que su nombre fue usado para vender la película, y atraer audiencias debido a la fama que el actor tiene al momento por Star Wars, ya que solo está presente por, más o menos, 30 minutos del filme. Boyega interpreta a Melvin Dismukes, quien, técnicamente, juega el papel de nosotros, la audiencia, en los sucesos del filme. Dismukes es un guardia de seguridad, afro-americano, que estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado, y se ve envuelto en el incidente del Motel, pero desde la perspectiva de la policia (no es de los que está siendo interrogados por Krauss). Digo que Dismukes juega el papel de la audiencia, porque su propósito en el filme es ver todo lo que está ocurriendo, pero realmente no puede hacer nada, en su mayoría por miedo, ya que él sabe que, al igual que las personas afro-americanas que Krauss estaba interrogando y torturando, el podía ser tratado de la misma manera, aún sin evidencia en su contra.
Este interrogatorio dura la mayor parte del filme. Esta sección de la película quizás se siente más larga de lo que debe ser, problablemente por lo incomodo y tenso que te hace sentir, pero este es el propósito de Bigelow, y funciona. Y no es de la tensión falsa que Hollywood te vende en los blockbusters, de la que entretiene ver, sino es de la tensión que molesta, que da asco, que te llevas a tu casa y se te queda en la cabeza todo el día, porque sabes que es algo real. Bigelow lo hace aún más tenso con su forma de dirigir la cámara, la cual no está quieta en ningún momento, y que no tiene miedo a acercarse a la cara de nuestros personajes, en donde podemos ver miedo absoluto. La falta de música en el filme, o si la hay es tan mínima que parece no estar ahí, también aumenta a la tensión.
Detroit es, en su mayoría, un filme de personajes, y de ver como estos cambian durante el periodo del filme. No es un filme que se debe ver por entretenimiento. El punto de Bigelow es hacer lo que el cine narrativo está haciendo desde sus comienzos (con The Birth of a Nation, en el 1915): hacer una crítica social. La cineasta tampoco está aquí para cumplir con la formula de Hollywood de finales felices; su propósito, y el del guionista del filme Mark Boal, como mencioné, es llevar la realidad, cruda, como pasó.
Quizás el mensaje está demasiado in your face, algo que, según las reglas que hay para escribir un guion, no debe hacerse, pero hay veces que esto es justo y necesario. Aunque la historia toma lugar en el 67, el racismo y el abuso policiaco es algo que sigue ocurriendo hoy día, quizás de peor manera. No va a haber filme que te enoje más que Detroit (en lo que va de año), y ese es, sin duda alguna, el propósito de Bigelow. Porque ella sabe que no podemos ignorar más estos problemas. Y que debemos estar molestos por ello.
P.D. Creo que el filme hace un excelente double feature con el documental que ganó el Oscar este año, O.J.: Made In America, que tambien explora el racismo en el sistema judicial de los Estados Unidos, a través del famoso caso de O.J. Simpson. Dura 8 horas, pero créanme, vale la pena.
Vivo en el cine.
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