Crítica de Rogue One: A Star Wars Story

WOW! ¡ANDA PAL CARA! ¡QUÉ TRONCO DE PELICULA ROGUE ONE!

Ok, ahora que me saque eso del sistema, voy a ser profesional. Rogue One: A Star Wars Story es la mejor película de Star Wars desde The Empire Strikes Back, excediendo mi expectativas por millas, y probando que, aun sabiendo lo que pasa luego, hay formas de sorprenderte, emocionarte y dejarte con la adrenalina en alta velocidad.

Hay muchas sorpresas; mientras menos sepan lo que pasa mejor, así que me limitaré a lo que han mostrado los avances.

“Jyn Erso” (Felicity Jones) es una joven mujer que se ha criado sola desde niña, luego de que su padre “Galen Erso” (Mads Mikkelsen) fuera secuestrado por el Imperio Galáctico. Cuando el “Capitán Cassian Andor” (Diego Luna) la captura para la Alianza Rebelde, “Jyn” tendrá que ayudarlos a encontrar su padre a través de viejos contactos.

¿Cómo haces una película sobre una historia que todos saben el final? Así, como la hizo Gareth Edwards. El director de Godzilla vuelve a demostrar su envidiable ojo para componer una escena; jamás la Estrella de La Muerte, los Star Destroyers, y los AT-AT Walkers se habían visto tan imponentes. Edwards le saca provecho a cada centímetro de sus recursos para hacer la Star Wars más  impactante visualmente hablando que se ha hecho.

Desde la primera película nos han dicho que esto es una guerra pero, finalmente se aprecia como tal. Esto es Star Wars después del 9/11 y los constantes conflictos en el medio oriente. Más que nunca El Imperio se siente como la fuerza maligna, destructiva y opresiva que nos han dicho. La cámara de Edwards nos pone justo en el centro de las batallas, sintiendo de cerca la impotencia de vivir bajo el yugo de un poderoso régimen totalitario. Rogue One será cine de fantasía, pero la desesperación se concibe real.

Por primera vez, un filme de Star Wars se atreve a caminar la línea gris. El Imperio siguen siendo los malos, y los Rebeldes los buenos, pero hay actos y decisiones moralmente cuestionables en ambos lados. Rogue One: A Star Wars Story es la película de Star Wars para los adultos que crecimos viendo la saga.

Ningún personaje será tan memorable o carismático como “Luke”, “Leia” o especialmente “Han Solo” pero el elenco sigue siendo una de las mejores partes. Felicity Jones como “Jyn” es valiente pero dudosa en ocasiones. Diego Luna igualmente se destaca por interpretar un personaje multidimensional, en busca de motivación para justificarse. El resto es tan efectivo como uno espera de gente como Donnie Yen (Ip Man), y Riz Ahmed (The Night Before). Mención especial a Alan Tudyk, por robarse cada escena que tiene como la voz del Droide K-2SO.

Podría criticar que el guion de Tony Gilroy peca de hacer demasiadas referencias al resto de la saga, cayendo en lo que le llaman “servicio a los fans” Pero como soy fan abnegado de la saga, me importa muy poco. También podría quejarme de que 2 horas con 14 minutos es muy extendido, excepto que entonces llega…

Aunque algunos momentos se sienten ligeramente de relleno, especialmente durante el medio, cuando comienzan los últimos 35-40 minutos, todo se olvida. Edwards compuso secuencias de batalla en el espacio, en las bases, a tiro limpio, de persecución y guerra. Y todas están entre las mejores de la saga desde la batalla de Hoth y los ataques a las Estrellas de La Muerte en Star Wars y Return of the Jedi, que me tuvieron al borde del asiento, y cuando terminó me hicieron exclamar de la emoción. ¡Qué se chave si hice el ridículo! Tenía que aplaudir.

Rogue One: A Star Wars Story es una historia sobre la familia, la guerra, el sacrificio, el valor y, sobretodo, la esperanza. La sala entera jadeo, gritó, y se rio durante todo el filme, culminando con un merecido, estruendoso aplauso a una de las mejores películas de esta franquicia y del 2016.