Como cambian las cosas; hace dos años ver el nombre de Matthew McConaughey en los créditos al principio de una película me hubiera dado acidez. Sin embargo, el tipo reconstruyó su carrera de tal forma que cuando vi su nombre al comenzar Dallas Buyers Club respiré de alivio, “esta debe ser buena” dije para mí mismo y así fue. Dallas Buyers Club entró automáticamente a mi lista de “filmes que toda persona debe ver aunque sea una vez en la vida”.
Basado parcialmente en una historia real, Ron Woodrof (McConaughey) es un bueno para nada de la vida que pasa su vida entre drogas, sexo con prostitutas, apuestas ilegales y uno que otro trabajo honesto. Aclaro: yo no soy ultra-conservador así que no es que eso sea tan malo, siempre y cuando hagas algo productivo con tu vida pero, ni eso. Cuando descubre que tiene SIDA, le dan 30 días de vida. Estos son los ochenta: durante el peor momento de la crisis del SIDA y es prácticamente una sentencia de muerte. Sin contar que la actitud hacia las víctimas era una de apatía y casi desprecio, tanto del gobierno como de la industria farmacéutica, lo que contribuyó a más lamentables muertes de las que debió suceder. Sin embargo, Woodrof es tan problemático y rebelde que asegura que vivirá mucho más que eso y comienza una misión de buscar medicinas que lo termina convirtiendo en un inesperado héroe de la comunidad gay.
Al principio Ron no cree que pueda tener esa enfermedad “de gays” pero, cuando descubre que se contagió por relaciones sexuales, busca la forma de entrar a una prueba clínica de AZT, el único medicamento aprobado en ese momento por la FDA para tratar la enfermedad. Al igual que muchos otros, Ron pronto averigua que el AZT no es tan efectivo y es hasta más dañino. Este tipo, que ni siquiera terminó la escuela superior, se convierte en un investigador experto y comienza a traficar drogas de otros países que sí funcionan pero, no son permitidas en Estados Unidos. Ron crea el “club de compradores de Dallas” para venderlas a otros pacientes tan desesperados como él.
El primer acierto de los libretistas Craig Borten y Melissa Wallack y el director Jean-Marc Vallé es que resistieron la tentación de convertir a Woodrof en un caudillo de la causa. El tipo es un bocón, homofóbico, alcohólico que solo piensa en salvar su propio trasero y de paso hacer mucho dinero. Es a través de su “aventura” traficando estos medicamentos no permitidos que desarrolla un sentido de compasión y empatía que expresa a su peculiar forma.
Me encanta ver películas con actuaciones transformativas y en Dallas Buyers Club hay dos excelentes; Matthew McConaughey bajó casi 50 libras a medida que iba filmando y si al principio se veía gastado, para el final apenas parecía una sombra del tipo que tanto vimos sin camisa en esas odiosas comedias románticas que por poco lo envían a hacer filmes en el canal de Lifetime. Por supuesto, no es solo lo físico sino su actuación. McConaughey es completamente convincente como un bajo oportunista que miente, trafica y engaña todo lo posible para conseguir lo que quiere y necesita. Al mismo tiempo, es tan carismático, decisivo y, al final, tan protector de su amigo Rayon que es casi imposible no caerle bien a uno.
La otra actuación transformativa es Jared Letto como el travesti adicto a la heroína Rayon, un papel que en otras manos hubiera quedado como un estereotipo más y por lo contrario, Letto lo infunde de humanidad, compasión y un toque de “bad-asseria” (palabra inventada por mí). Rayon es un personaje inventado para el filme que sirve de contacto entre Ron y la comunidad gay, los mas afectados por la crisis del SIDA y de una vez nos ayuda a ver el cambio de actitud de Ron hacia esos que tanto despreciaba al principio.
Dallas Buyers Club funciona mejor cuando Ron y Rayon interactúan y el filme nos muestra como evoluciona su relación desde aliados obligados hasta inseparables compañeros de negocio y amigos de por vida. Uno de los mejores momentos ocurre en un supermercado donde discuten como si fueran un viejo matrimonio y Ron tiene que lidiar con uno de sus anteriores amigos.
Además de un libreto muy bien hecho, que Vallé maneja con una inteligente combinación de crudeza y sensibilidad, Dallas Buyers Club cuenta con buenos trabajos de apoyo gracias a Jennifer Garner como la compasiva Dra Eve Saks (otro personaje inventado para la película) que contrasta la actitud tan estéril y fría del Dr Sevard (Dennis O’Hare) que ve a sus pacientes en términos de estadísticas y gráficas en una tabla.
Dallas Buyers Club es sencillamente una de las mejores películas del 2013; todo funciona bien, desde un sensible libreto balanceado con drama y algo de comedia en los momentos necesarios, tremendas actuaciones -especialmente Letto y McConaughey- y buena dirección. Extremadamente recomendada.
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Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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