Por quinta vez desde los 70, un jurado le dijo “no” a la pena de muerte librando a Alexis Candelario Santana a la pena máxima. Al igual que con las anteriores, se ha desatado un debate entre los que apoyan la pena capital y los que no. No pretendo aportar a la discusión más que como me siento, no tengo ninguna respuesta más que a mis propias preguntas. Y ni eso.
¿Creo en la pena de muerte en Puerto Rico?
A mis 35 años no puedo contestar esa pregunta porque honestamente no sé. No confío en los absolutos, ni si quiera los míos propios porque la ley de probabilidad dice que me puedo equivocar. Soy una criatura de dudas: Algunos estudios dicen que la pena de muerte sí baja la criminalidad, otros que no. Pero, ¿Si hubiera sido mi familia? ¿Mi esposa? ¿Alguno de mis hermanos? ¿Me traería más paz saber que morirá en una silla eléctrica o que jamás podrá hacer nada por gusto propio?
Lo más cerca a estar encarcelado en mi vida fue cuando hice el entrenamiento básico del ejercito de los Estados Unidos. Por seis meses estuve vigilado de cerca, a que hora comía, a que hora me bañaba, que hacía, con quién hablaba, las pocas horas de ocio eran más valiosas que todo el dinero del mundo. Me imagino estar en esa situación por el resto de mi existencia. Me pregunto si la muerte no sería más bondadosa. Por otro lado, eventualmente me acostumbré. En menos de un año me adapté a que todas las horas de mi día estuvieran determinadas por otros. La característica que nos ha permitido sobrevivir como raza es nuestra capacidad a adaptarnos. Alexis lo hará, probablemente en menos tiempo que yo.
Alexis jamás ira a la playa, al cumpleaños de un amigo, a la graduación de kinder de un hijo, al cine, a una primera cita, a una boda. Jamás podrá disfrutar de los placeres sencillos; un simple día de vegetar en la casa, un atardecer de la mano de un ser amado, una noche viendo algún deporte entre amigos, una conversación. Sí, amigos, si se hizo justicia.
Entonces, ¿eso nos hace mejor sociedad? Lo logramos, encerramos a la bestia peligrosa. Pero, ¿de dónde vino Alexis? ¿De otra dimensión? ¿De otro planeta? Lo sabemos muy bien, Alexis vino de la realidad que se vive día a día en Puerto Rico pero no. No queremos ver eso, porque eso nos forzaría a mirar más allá del cristal del carro que nos matamos pagando, de los canales de cable en alta definición, de los anuncios del periódico que inundan entre “noticias”.
Desde que tengo memoria, expertos ignorados han advertido que la desigualdad social que se estaba produciendo traería bien malas consecuencias. Pero admitir que tenían razón jode, porque entonces tendríamos que admitir que nuestro sistema está mal, que todos estamos mal. Tendríamos que aceptar que somos parte de esta sociedad y lo que hacemos, decimos y permitimos no afecta a todos. Peor aún, tendríamos que hacer algo al respecto y no hay tiempo para eso, hay muchas cosas que hacer como para estar exigiendo cambios reales. Claro, a menos que se trate de marchar contra los derechos de los gays, hacer caravanas políticas o un video de Harlem Shake.
El puertorriqueño cuando se apasiona es cosa seria y eso es lo que más me ha asombrado estos días. Gracias a las redes sociales he podido leer reacciones inmediatas a la decisión del jurado: “que lo quemen vivo”, “que lo hiervan en aceite”, “Si él no le tuvo pena a esos 22 muertos, ¿Por qué yo le debo de tener pena?”, “que bonito, ahora lo tenemos que mantener toda la vida con mis impuestos”. Si esa es la reacción de personas trabajadoras, productivas y educadas exigiendo venganza, ¿Por qué me sorprende que exista Alexis y otros como él?
Les dije que no tenía respuestas, solo mis propias dudas: Si yo tuviera que halar un gatillo, apretar un cuello hasta que no pueda respirar, apuñalar un estómago y ver la sangre correr para defenderme o alguien de mi familia, ¿Lo haría? Probablemente sí. Sin pensarlo. Pero, ¿y después qué? Si uno de mis familiares hubiera estado en la Tómbola y yo hubiera tenido la oportunidad de matar a Alexis con mis propias manos, ¿lo haría? ¿sería menos asesino que él? ¿cómo eso me haría mejor? ¿Realmente me traería paz verlo desangrarse? Si no puedo contestar esas preguntas tampoco le voy a pedir al estado que lo haga por mí. Eso es lo más que puedo decir sobre la pena de muerte y yo.
¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo hacemos para que no haya más Alexis?
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Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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